Clarín
En las relaciones entre países, los gestos de los gobernantes tienen un significado particular desde que sugieren, explícita o implícitamente, la dimensión real que se pretende dar al vínculo con el otro. No por acaso, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, decidió que su primera escala en el exterior será Buenos Aires , donde se entrevistará con su colega Cristina Kirchner. Así lo confirmó ayer por la tarde el nuevo canciller brasileño, Antonio Patriota.
Pero hay más. El ministro decidió también desembarcar primero en nuestro país. Será el 10 de enero próximo, antes de viajar a las capitales de otros Estados claves para Brasil. Después lo seguirá el ministro de Defensa Nelson Jobim y finalmente arribará Dilma, con fecha a confirmar, entre fin de enero y principios de febrero.
En su discurso de asunción del sábado, la presidenta no se había referido a la Argentina, aunque sí se había hablado del fortalecimiento del Mercosur.
En el nuevo perfil gubernamental de Brasil no habrá temas elegidos al azar. La flamante jefa de Estado demostró ya en su primer día de gestión que irá por resultados concretos. Entre ambas naciones hay un entrelazamiento de objetivos económicos, políticos y sociales. Ejemplos de lo que puede venir en adelante son el campo nuclear y el espacial . Así lo mencionaron específicamente los ministros Patriota y Héctor Timerman después del encuentro de media hora en Itamaraty.
En el campo de la energía atómica hay mucha paridad, aunque ambos países hayan desarrollado diferentes líneas tecnológicas. Y en el terreno aeroespacial los argentinos, como ahora los brasileños, tienen larga tradición. La visita de Patriota, un canciller que se ajusta con precisión al estilo de Dilma Rousseff, y luego de Nelson Jobim, el hombre que hace tiempo maneja la relación con las Fuerzas Armadas, sugieren que más allá de las palabras hay proyectos nucleares y espaciales específicos donde establecer joint-ventures. Según Patriota, “gozamos de los beneficios de un 2010 que fue muy positivo. El año pasado se produjeron resultados excelentes desde el punto de vista económico con el crecimiento del intercambio comercial, lo que creó un ambiente muy favorable para continuar el trabajo por la integración”.
Recordó entonces que había compartido de cerca con Timerman los tiempos en que ambos coincidieron como embajadores en Washington. El canciller argentino subrayó que “nunca hubo tanta afinidad entre ambos países como en este momento”.
Relató que en la entrevista que mantuvieron ayer uno de los temas fue la negociación con la Unión Europea y refirió que también dialogaron sobre “la gran cantidad de países que buscan asociarse con nosotros”.
El ministro Patriota, uno de los principales hombres del gobierno de Dilma, dijo que su objetivo es continuar y profundizar las líneas marcadas por su antecesor Celso Amorim, quien ayer le entregó la posta. En ese contexto defendió que el anclaje de la estrategia externa brasileña está en su entorno sudamericano: “Nuestro desafío es completar la transformación de América del Sur en un espacio de integración humana, física y económica”. Para ese proyecto, dijo Patriota en su discurso inicial, “la relación entre Brasil y Argentina es central”.
Describió este momento del vínculo como “de plenitud” y de “avance en un amplio espectro de iniciativas que incluyen el área nuclear y espacial”.
No obstante puso especial cuidado en señalar que cada vecino sudamericano tendrá “una atención diferenciada”. Juzgó que será una tarea de los distintos gobiernos sudamericanos cubrir las “lagunas de conocimiento” mutuo que todavía median entre las naciones del continente. “Nuestro destino común exige que conozcamos mejor la historia, la demografía, el potencial económico y la cultura de los otros: desde Tierra del Fuego a la Isla Margarita (en el norte venezolano)”.
Según el ministro, el enfoque en Mercosur y América del Sur no irá obstaculizar otras iniciativas en áreas más lejanas. Brasil aspira a consolidar el papel en la arena internacional que se consiguió con la dupla entre el ex presidente Lula da Silva y el ex canciller Celso Amorim. “Tenemos que prepararnos por una demanda para más Brasil en todos los frentes externos”, sostuvo el ministro para recordar, inmediatamente, que su país es “la séptima economía mundial”.
De buen humor, Patriota resaltó el papel que Brasil ocupa hoy en la política internacional y agradeció a la presidenta por haber elegido a un profesional de carrera para el Ministerio de Relaciones Exteriores. “Todavía tenemos mucho trabajo por delante. Pero heredamos un país con excelentes condiciones económicas y políticas y una cancillería que es bien vista internacionalmente”, dijo.
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segunda-feira, 3 de janeiro de 2011
Acercamiento de Dilma a los EE.UU.
La Nación
BRASILIA.- En su primer día como presidenta de Brasil, Dilma Rousseff hizo honor ayer a su fama de laboriosa y desplegó una intensa agenda de reuniones bilaterales con autoridades extranjeras que dejó entrever cuáles serán las líneas de su política exterior, con la prioridad puesta en fortalecer los vínculos con América latina y Estados Unidos.
Envuelta en una fina garúa, la flamante mandataria, que ya había advertido que le gusta trabajar los domingos, llegó al Palacio del Planalto poco después de las 9 de la mañana y comenzó la maratón de encuentros con jefes de Estado y de gobierno que habían asistido a su asunción.
De las entrevistas participaron también el nuevo canciller, Antonio Patriota, y el jefe de asesores internacionales de la presidenta, Marco Aurélio Garcia, quien ocupaba el mismo cargo durante la administración de Luiz Inacio Lula da Silva, lo que es considerado cierta garantía de continuidad en la política exterior.
Y justamente uno de los pilares que se mantendrán será el esfuerzo por una mayor integración con los países de América del Sur. Patriota anunció ayer que la primera gira al exterior de Dilma, a fines de enero, será a la Argentina y Uruguay (ver aparte); luego tiene también pensado visitar Estados Unidos y China, probablemente en febrero.
La inclusión de Estados Unidos dentro de los primeros viajes de Dilma fue vista como un importante gesto de acercamiento al gobierno de Barack Obama, luego de las tensiones del año pasado a raíz del acercamiento de Lula al presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad. En medio del conflicto por el polémico plan nuclear iraní, Lula defendió el derecho de Teherán a desarrollar energía nuclear con fines pacíficos y viajó a Teherán, donde selló un acuerdo de garantías con Ahmadinejad, que luego fue rechazado por completo por Estados Unidos.
Aunque la relación se enfrió, Obama envió a la asunción de Dilma a la secretaria de Estado, Hillary Clinton, quien después de la ceremonia saludó muy calurosamente a la nueva presidenta. Clinton incluso cambió sus planes originales y se quedó un par de horas más en Brasilia para el cóctel que ofreció la cancillería brasileña en el Palacio de Itamaraty, con la esperanza de lograr un encuentro a solas. Por cuestiones de agenda, la reunión al final no ocurrió, pero de cualquier forma la visita fue tomada como una señal muy positiva para dar vuelta la hoja. "Fue una de las pocas veces que Estados Unidos envió a un secretario de Estado a la posesión; por lo general, enviaba apenas a un viceministro", resaltó ayer el ex canciller de Lula, Celso Amorim.
Por su parte, el embajador norteamericano en Brasil, Thomas Shannon, ratificó la voluntad de relanzar los vínculos, y dijo que las relaciones entre Estados Unidos y Brasil pueden mejorar durante el gobierno de Dilma.
"Los dos países necesitan fortalecer sus valores e intereses comunes, y trabajar para administrar sus divergencias, de forma tal que éstas no afecten los puntos de convergencia", dijo el diplomático al diario O Estado de S. Paulo .
Reunión suspendida
Mientras, por un lado, se respiraban nuevos aires en la relación con Estados Unidos, produjo mucha extrañeza en Itamaraty la cancelación, a última hora de anteanoche, de la reunión que tenía agendada Dilma con su par de Venezuela, Hugo Chávez, que debía ser la primera de la mañana. Sin dar explicaciones públicas, Chávez se marchó de Brasil incluso antes del cóctel para los dignatarios extranjeros.
Diplomáticos brasileños consultados por La Nacion afirmaron que el mandatario venezolano estaba preocupado por las fuertes inundaciones en su país y que, de todos modos, Chávez y Dilma ya se habían saludado después de que ella juró como presidenta en el Congreso.
Sin embargo, otros funcionarios dejaron entrever que al líder bolivariano no le había caído muy bien el discurso de Dilma, en el cual hizo una contundente defensa de la libertad de prensa, exhortó a la oposición a trabajar juntos y resaltó que, pese a su pasado guerrillero, no guarda rencores ni resentimientos. Para la concepción de Chávez, esas frases no habrían sonado muy "socialistas".
Con Chávez fuera de la lista, el primero en ser recibido por Dilma fue el príncipe Felipe de Borbón, en representación de España, al que la mandataria le prometió impulsar la enseñanza del español en las escuelas brasileñas. Luego, la flamante mandataria se reunió con el presidente de Uruguay, José Mujica; con el primer ministro de Corea del Sur, Hwang-Sik; con el vicepresidente de Cuba, José Ramón Machado; con el primer ministro de Portugal, José Sócrates; con el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, y con el ex premier de Japón Taro Aso.
Ataque hacker a la web del Planalto
BRASILIA (DPA).- El acceso a la página web de la presidencia de Brasil ( www.presidencia.gov.br ) estuvo bloqueado ayer durante por lo menos cinco horas, luego de ser blanco de un grupo pirata informático. El ataque fue asumido en la red Twitter por el grupo Fatal Error Crew. Fuentes oficiales informaron que el Servicio Federal de Procesamiento de Datos detectó el problema, pero que lo consideró un error técnico y no un ataque de hackers. Posteriormente, los hackers también anunciaron por Twitter haber hecho imposible el acceso a la principal página del gobierno brasileño, www.brasil.gov.br .
BRASILIA.- En su primer día como presidenta de Brasil, Dilma Rousseff hizo honor ayer a su fama de laboriosa y desplegó una intensa agenda de reuniones bilaterales con autoridades extranjeras que dejó entrever cuáles serán las líneas de su política exterior, con la prioridad puesta en fortalecer los vínculos con América latina y Estados Unidos.
Envuelta en una fina garúa, la flamante mandataria, que ya había advertido que le gusta trabajar los domingos, llegó al Palacio del Planalto poco después de las 9 de la mañana y comenzó la maratón de encuentros con jefes de Estado y de gobierno que habían asistido a su asunción.
De las entrevistas participaron también el nuevo canciller, Antonio Patriota, y el jefe de asesores internacionales de la presidenta, Marco Aurélio Garcia, quien ocupaba el mismo cargo durante la administración de Luiz Inacio Lula da Silva, lo que es considerado cierta garantía de continuidad en la política exterior.
Y justamente uno de los pilares que se mantendrán será el esfuerzo por una mayor integración con los países de América del Sur. Patriota anunció ayer que la primera gira al exterior de Dilma, a fines de enero, será a la Argentina y Uruguay (ver aparte); luego tiene también pensado visitar Estados Unidos y China, probablemente en febrero.
La inclusión de Estados Unidos dentro de los primeros viajes de Dilma fue vista como un importante gesto de acercamiento al gobierno de Barack Obama, luego de las tensiones del año pasado a raíz del acercamiento de Lula al presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad. En medio del conflicto por el polémico plan nuclear iraní, Lula defendió el derecho de Teherán a desarrollar energía nuclear con fines pacíficos y viajó a Teherán, donde selló un acuerdo de garantías con Ahmadinejad, que luego fue rechazado por completo por Estados Unidos.
Aunque la relación se enfrió, Obama envió a la asunción de Dilma a la secretaria de Estado, Hillary Clinton, quien después de la ceremonia saludó muy calurosamente a la nueva presidenta. Clinton incluso cambió sus planes originales y se quedó un par de horas más en Brasilia para el cóctel que ofreció la cancillería brasileña en el Palacio de Itamaraty, con la esperanza de lograr un encuentro a solas. Por cuestiones de agenda, la reunión al final no ocurrió, pero de cualquier forma la visita fue tomada como una señal muy positiva para dar vuelta la hoja. "Fue una de las pocas veces que Estados Unidos envió a un secretario de Estado a la posesión; por lo general, enviaba apenas a un viceministro", resaltó ayer el ex canciller de Lula, Celso Amorim.
Por su parte, el embajador norteamericano en Brasil, Thomas Shannon, ratificó la voluntad de relanzar los vínculos, y dijo que las relaciones entre Estados Unidos y Brasil pueden mejorar durante el gobierno de Dilma.
"Los dos países necesitan fortalecer sus valores e intereses comunes, y trabajar para administrar sus divergencias, de forma tal que éstas no afecten los puntos de convergencia", dijo el diplomático al diario O Estado de S. Paulo .
Reunión suspendida
Mientras, por un lado, se respiraban nuevos aires en la relación con Estados Unidos, produjo mucha extrañeza en Itamaraty la cancelación, a última hora de anteanoche, de la reunión que tenía agendada Dilma con su par de Venezuela, Hugo Chávez, que debía ser la primera de la mañana. Sin dar explicaciones públicas, Chávez se marchó de Brasil incluso antes del cóctel para los dignatarios extranjeros.
Diplomáticos brasileños consultados por La Nacion afirmaron que el mandatario venezolano estaba preocupado por las fuertes inundaciones en su país y que, de todos modos, Chávez y Dilma ya se habían saludado después de que ella juró como presidenta en el Congreso.
Sin embargo, otros funcionarios dejaron entrever que al líder bolivariano no le había caído muy bien el discurso de Dilma, en el cual hizo una contundente defensa de la libertad de prensa, exhortó a la oposición a trabajar juntos y resaltó que, pese a su pasado guerrillero, no guarda rencores ni resentimientos. Para la concepción de Chávez, esas frases no habrían sonado muy "socialistas".
Con Chávez fuera de la lista, el primero en ser recibido por Dilma fue el príncipe Felipe de Borbón, en representación de España, al que la mandataria le prometió impulsar la enseñanza del español en las escuelas brasileñas. Luego, la flamante mandataria se reunió con el presidente de Uruguay, José Mujica; con el primer ministro de Corea del Sur, Hwang-Sik; con el vicepresidente de Cuba, José Ramón Machado; con el primer ministro de Portugal, José Sócrates; con el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, y con el ex premier de Japón Taro Aso.
Ataque hacker a la web del Planalto
BRASILIA (DPA).- El acceso a la página web de la presidencia de Brasil ( www.presidencia.gov.br ) estuvo bloqueado ayer durante por lo menos cinco horas, luego de ser blanco de un grupo pirata informático. El ataque fue asumido en la red Twitter por el grupo Fatal Error Crew. Fuentes oficiales informaron que el Servicio Federal de Procesamiento de Datos detectó el problema, pero que lo consideró un error técnico y no un ataque de hackers. Posteriormente, los hackers también anunciaron por Twitter haber hecho imposible el acceso a la principal página del gobierno brasileño, www.brasil.gov.br .
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Brazil's new president: Raining on her parade, but still smiling
The Economist
THE rain pelted down on Brasilia on the afternoon of January 1st as Dilma Rousseff’s cavalcade drove along the Esplanade of the Ministries on her way to the National Congress. But the spirits of Brazil’s first female president seemed undampened, as she smiled broadly and waved through the window of the Rolls Royce that replaced the planned open-topped car at the sea of umbrellas on either side. Once in Congress, she paid tribute to her predecessor and mentor, Luis Inácio Lula da Silva, in particular for the progress made during his eight years in power in reducing extreme poverty. “Social mobility was impressive during Lula’s two mandates,” she told members of Congress and other luminaries. “But poverty still exists, disfiguring our country and stopping us from claiming to be a fully developed nation.”
To change that, she said, would require continued economic growth, job creation, price stability and a better return on public spending. The task of simplifying Brazil’s byzantine tax code she described as “urgent”. She promised reforms that would strengthen the country’s “young” democracy, including increased transparency. And she thanked Brazilians for electing their first woman president. “I am not here to praise my own life,” she avowed, “but to glorify the lives of all Brazilian women. My supreme promise is to honour women, protect the weakest and to govern for all.”
Ms Rousseff is stepping into the presidency at an extraordinary moment, both politically and economically. Lula’s name appeared on the ballot paper in every presidential election since 1989 until in 2010, barred by the constitution from seeking a third term, he anointed Ms Rousseff as his preferred successor. In his own campaigns he spoke almost exclusively of poverty—and to the poor. Now, Brazil’s economy is booming and the growth of the middle class, which included the majority of Brazilians for the first time in 2009, is changing every facet of life. Little wonder that on the election trail both Lula and his protégée mentioned the middle classes at least as often as the poor, offering a potent policy combination of income transfers to the poorest and praise and support for the upwardly mobile.
But Ms Rousseff must move quickly to tackle the problems of growth like high and rising inflation, an overvalued currency and a big increase in consumer credit. Then there are the task Lula left undone. These include a list of reforms that defeated even as consummate a politician as Ms Rousseff's predecessor. Brazil’s labour code remains an anachronism; its payroll taxes are far too high; its bureaucrats are obstructionist and unsackable; and political corruption is still rife. It is a daunting to-do list, but since being elected on October 31st all the signs have been that Ms Rousseff knows what she needs to do, and has the guts to do it.
THE rain pelted down on Brasilia on the afternoon of January 1st as Dilma Rousseff’s cavalcade drove along the Esplanade of the Ministries on her way to the National Congress. But the spirits of Brazil’s first female president seemed undampened, as she smiled broadly and waved through the window of the Rolls Royce that replaced the planned open-topped car at the sea of umbrellas on either side. Once in Congress, she paid tribute to her predecessor and mentor, Luis Inácio Lula da Silva, in particular for the progress made during his eight years in power in reducing extreme poverty. “Social mobility was impressive during Lula’s two mandates,” she told members of Congress and other luminaries. “But poverty still exists, disfiguring our country and stopping us from claiming to be a fully developed nation.”
To change that, she said, would require continued economic growth, job creation, price stability and a better return on public spending. The task of simplifying Brazil’s byzantine tax code she described as “urgent”. She promised reforms that would strengthen the country’s “young” democracy, including increased transparency. And she thanked Brazilians for electing their first woman president. “I am not here to praise my own life,” she avowed, “but to glorify the lives of all Brazilian women. My supreme promise is to honour women, protect the weakest and to govern for all.”
Ms Rousseff is stepping into the presidency at an extraordinary moment, both politically and economically. Lula’s name appeared on the ballot paper in every presidential election since 1989 until in 2010, barred by the constitution from seeking a third term, he anointed Ms Rousseff as his preferred successor. In his own campaigns he spoke almost exclusively of poverty—and to the poor. Now, Brazil’s economy is booming and the growth of the middle class, which included the majority of Brazilians for the first time in 2009, is changing every facet of life. Little wonder that on the election trail both Lula and his protégée mentioned the middle classes at least as often as the poor, offering a potent policy combination of income transfers to the poorest and praise and support for the upwardly mobile.
But Ms Rousseff must move quickly to tackle the problems of growth like high and rising inflation, an overvalued currency and a big increase in consumer credit. Then there are the task Lula left undone. These include a list of reforms that defeated even as consummate a politician as Ms Rousseff's predecessor. Brazil’s labour code remains an anachronism; its payroll taxes are far too high; its bureaucrats are obstructionist and unsackable; and political corruption is still rife. It is a daunting to-do list, but since being elected on October 31st all the signs have been that Ms Rousseff knows what she needs to do, and has the guts to do it.
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quinta-feira, 4 de novembro de 2010
Las tempranas definiciones de Dilma Rousseff
La Nación
Por Emilio J. Cárdenas*
La exitosa campaña electoral de Dilma Rousseff se construyó y ejecutó a la sombra de quien es indiscutiblemente la figura pública más popular del mundo de la política de Brasil. La de un hombre excepcional, "Lula" da Silva. Lo cierto es que Dilma es ya la primera mujer electa presidente en toda la historia brasilera. Ya no podrá caminar siempre a la sombra de su mentor. Tendrá todos los ojos y oídos de su país clavados en lo que ella haga o decida. Y esa ha sido su elección personal.
Por esto es importante destacar algunas de sus primeras declaraciones, que tienen el carácter de compromisos asumidos con su pueblo. Con todos, más allá de sus propios partidarios.
Su inmediato llamado a la unidad de la nación no puede pasar desapercibido. Prometió gobernar para todos y con todos, respetando las diferencias de orientación política. Esto es nada menos que predicar el respeto y la tolerancia. Es también unificar en lugar de dividir y excluir. Como corresponde a un país maduro.
Tampoco puede dejar de mencionarse su definición sobre el respeto a la libertad de prensa. En una región llena de ataques a la libertad de opinión, con gobiernos que se esfuerzan por controlar la opinión pública para consolidar sus tendencias autoritarias, afirmar que ella no tiene resentimiento alguno por las críticas que naturalmente se le hicieran durante la campaña electoral, pese a lo duras que fueron, agregando que prefiere "el barullo de la prensa libre al silencio de las dictaduras" es una forma de generar confianza y reconfirmar su vocación republicana que merece el aplauso.
Si a ello agregamos una confirmación inequívoca de que en su gestión no caerá en la tentación de lavar pecados con inflación, que respetará la santidad de los contratos, que mantendrá la actitud de responsabilidad fiscal, y que privilegiará la estabilidad económica, los mensajes de apertura de Dilma Rousseff, tomados en su conjunto, parecen apuntar acertadamente a tratar de edificar aquello que se suele perder rápidamente y que, en cambio, se tarda mucho en construir: la confianza.
Un mensaje indispensable de cara a un Brasil que camina confiado hacia un futuro promisorio que deberá construir desde la unidad y con una visión de futuro compartida, por oposición a los enfrentamientos y resentimientos estériles.
(*) Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas
Por Emilio J. Cárdenas*
La exitosa campaña electoral de Dilma Rousseff se construyó y ejecutó a la sombra de quien es indiscutiblemente la figura pública más popular del mundo de la política de Brasil. La de un hombre excepcional, "Lula" da Silva. Lo cierto es que Dilma es ya la primera mujer electa presidente en toda la historia brasilera. Ya no podrá caminar siempre a la sombra de su mentor. Tendrá todos los ojos y oídos de su país clavados en lo que ella haga o decida. Y esa ha sido su elección personal.
Por esto es importante destacar algunas de sus primeras declaraciones, que tienen el carácter de compromisos asumidos con su pueblo. Con todos, más allá de sus propios partidarios.
Su inmediato llamado a la unidad de la nación no puede pasar desapercibido. Prometió gobernar para todos y con todos, respetando las diferencias de orientación política. Esto es nada menos que predicar el respeto y la tolerancia. Es también unificar en lugar de dividir y excluir. Como corresponde a un país maduro.
Tampoco puede dejar de mencionarse su definición sobre el respeto a la libertad de prensa. En una región llena de ataques a la libertad de opinión, con gobiernos que se esfuerzan por controlar la opinión pública para consolidar sus tendencias autoritarias, afirmar que ella no tiene resentimiento alguno por las críticas que naturalmente se le hicieran durante la campaña electoral, pese a lo duras que fueron, agregando que prefiere "el barullo de la prensa libre al silencio de las dictaduras" es una forma de generar confianza y reconfirmar su vocación republicana que merece el aplauso.
Si a ello agregamos una confirmación inequívoca de que en su gestión no caerá en la tentación de lavar pecados con inflación, que respetará la santidad de los contratos, que mantendrá la actitud de responsabilidad fiscal, y que privilegiará la estabilidad económica, los mensajes de apertura de Dilma Rousseff, tomados en su conjunto, parecen apuntar acertadamente a tratar de edificar aquello que se suele perder rápidamente y que, en cambio, se tarda mucho en construir: la confianza.
Un mensaje indispensable de cara a un Brasil que camina confiado hacia un futuro promisorio que deberá construir desde la unidad y con una visión de futuro compartida, por oposición a los enfrentamientos y resentimientos estériles.
(*) Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas
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segunda-feira, 1 de novembro de 2010
Irã felicita Dilma e diz que quer ampliar relações com Brasil
O Estado de S. Paulo
TEERÃ - O presidente iraniano, Mahmoud Ahmadinejad, felicitou nesta segunda-feira, 01, a presidente eleita Dilma Rousseff (PT) através de uma carta.
Segundo a imprensa iraniana, Ahmadinejad também expressou seu desejo de que as relações entre Irã e Brasil sejam ampliadas e fortalecidas nesta nova etapa da política brasileira.
"Tenho certeza de que o Brasil continuará no caminho do progresso e do desenvolvimento, inclusive de forma mais rápida", destacou.
O presidente iraniano também declarou que "os laços de amizade construídos entre os dois países durante a gestão de Luiz Inácio Lula da Silva produziram avanços a nível bilateral, regional e internacional".
"Esses laços entre Irã e Brasil foram consideravelmente ampliados nos últimos anos e tenho certeza de que esta tendência será mantida" no Governo de Dilma, acrescentou.
Por sua vez, o presidente da Comissão de Segurança Nacional e Relações Exteriores do Parlamento iraniano, Alaedin Boroujerdi, ressaltou que a eleição de Dilma é uma boa notícia para o Irã e para o mundo porque "fortalece o bloco antiamericano".
"A América Latina entrou em uma corrente de oposição aos Estados Unidos. O mundo será testemunha, muito em breve, da ampliação e da expansão das relações entre Irã e os Estados da América Latina", acrescentou em declarações divulgadas pela agência de notícias "Irna".
Para o Irã, as relações com a América do Sul são "estratégicas e muito valiosas", pois ele considera a região uma aliada em sua luta contra o capitalismo e o sistema global.
Nos últimos anos, o Governo iraniano estreitou os laços com outra nações latino-americanas, como Venezuela, Bolívia, Equador.
TEERÃ - O presidente iraniano, Mahmoud Ahmadinejad, felicitou nesta segunda-feira, 01, a presidente eleita Dilma Rousseff (PT) através de uma carta.
Segundo a imprensa iraniana, Ahmadinejad também expressou seu desejo de que as relações entre Irã e Brasil sejam ampliadas e fortalecidas nesta nova etapa da política brasileira.
"Tenho certeza de que o Brasil continuará no caminho do progresso e do desenvolvimento, inclusive de forma mais rápida", destacou.
O presidente iraniano também declarou que "os laços de amizade construídos entre os dois países durante a gestão de Luiz Inácio Lula da Silva produziram avanços a nível bilateral, regional e internacional".
"Esses laços entre Irã e Brasil foram consideravelmente ampliados nos últimos anos e tenho certeza de que esta tendência será mantida" no Governo de Dilma, acrescentou.
Por sua vez, o presidente da Comissão de Segurança Nacional e Relações Exteriores do Parlamento iraniano, Alaedin Boroujerdi, ressaltou que a eleição de Dilma é uma boa notícia para o Irã e para o mundo porque "fortalece o bloco antiamericano".
"A América Latina entrou em uma corrente de oposição aos Estados Unidos. O mundo será testemunha, muito em breve, da ampliação e da expansão das relações entre Irã e os Estados da América Latina", acrescentou em declarações divulgadas pela agência de notícias "Irna".
Para o Irã, as relações com a América do Sul são "estratégicas e muito valiosas", pois ele considera a região uma aliada em sua luta contra o capitalismo e o sistema global.
Nos últimos anos, o Governo iraniano estreitou os laços com outra nações latino-americanas, como Venezuela, Bolívia, Equador.
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Obama elogió a Dilma y defendió la alianza estratégica con Brasil
Clarín
Para la presidenta electa Dilma Rousseff ayer fue un día gratificante. Recibió un llamado personal del norteamericano Barack Obama quien la convidó a visitar Washington y le expresó el “deseo” de EE.UU. de preservar la alianza estratégica que forjó con Brasil hace poco más de un año. El mandatario estadounidense calificó en esa llamada de “triunfo histórico”, el de la candidata oficialista y de “proceso electoral ejemplar” el comicio. En la lectura diplomática, la comunicación fue un gesto “especial” de la Casa Blanca hacia una “potencia emergente” que por añadidura es una “nueva nación petrolera”.
Desde el punto de vista de la política exterior, se afirma que Dilma continuará con la estrategia de mantener a Brasil como interlocutor fiable para las potencias, en especial en los asuntos latinoamericanos, incluidos los de Centroamérica. Pero la presidenta electa no tendrá el mismo activismo que su predecesor en otras regiones del mundo. En una conversación con Clarín , el asesor internacional del Planalto Marco Aurelio García indicó las grandes líneas: “En América Latina la cuestión fundamental es formalizar las instituciones que ya poseemos como Unasur, Mercosur y el acuerdo con América Central. Tenemos que conseguir más organicidad”. Y en cuanto al resto del mundo “la política externa será universalista, como con el presidente Lula. Y allí donde haya causas en las que creamos posible ayudar, sin duda lo haremos”.
Pero si el frente externo se mostró proclive a la nueva Jefa de Estado, en el interno hay fricciones. Según el doctor en Ciencias Políticas Renato Lessa “Dilma no contará con el plazo de espera que le concedieron a Lula” luego que éste asumiera la primera presidencia el 1º de enero de 2003.
A juzgar por las declaraciones de los derrotados, el análisis parece acertado. Sin consuelo por su nuevo fracaso, el anterior fue en 2002 contra el presidente Lula, el socialdemócrata José Serra en vez de tender puentes partió para el ataque. El ahora ex gobernador de San Pablo y ex intendente de la capital paulista, hostigó: “Para quienes nos imaginan derrotados les digo que apenas estamos comenzando la lucha de verdad”. En esa línea muy poco cordial, juró que dará su contribución “en defensa de la patria, de la libertad, de la democracia, del derecho que todos tenemos a hablar y ser oídos, de la justicia social”. Para subir su autoestima, arañada por un fiasco que parece ser el último si se toman en cuenta los 68 años del ex candidato, Serra aseguró: “No digo adiós sino hasta luego”.
Con una imagen más deprimente que dolorosa, el comando de la campaña estuvo al lado del candidato perdedor. Allí se vio a su fugaz vice Indio da Costa, un hombre de 38 años que cayó a la misma velocidad de su subida. También pudo verse al gobernador electo de San Pablo Geraldo Alckmin. En este proceso hay “muchas viudas” en los sectores vinculados a Serra que ya se veían en altos cargos en Brasilia. Después de todo ¿quién no se sentiría defraudado por haber perdido la oportunidad de gobernar un Brasil petrolero en el que todos los días se descubren manantiales de oro negro? Se acaba de encontrar otro yacimiento en el litoral marítimo de Santos (llamado Libra) que podría duplicar las reservas probadas del país. Se estima que esa cuenca alberga entre 5.000 y 14.000 millones de barriles de crudo.
Para quienes tienen que convivir los próximos cuatro años desde una posición de gobierno provincial los gritos de guerra no suenan bien. El gobernador electo de San Pablo Geraldo Alckmin estuvo al lado de Serra para acompañarlo en el duelo. Pero no dejó de saludar a la nueva presidenta. “Quiero felicitar a Dilma por su elección y desearle a ella un buen trabajo, un buen gobierno. También quiero decirle que San Pablo es un aliado de Brasil, del desarrollo brasileño”, le dijo. En otras palabras, el futuro gobernador paulista se cuidó muy bien de decirle que está dentro y no afuera del país.
No hizo más que seguir la receta que aplican los políticos brasileños en estas circunstancias (y en el resto del mundo también). “La oposición, si yo estuviera en el lugar de ella, debería impulsar una gran reflexión” sostuvo García. “Finalmente esta es la tercera elección presidencial que pierden y eso revela que desplegaron una estrategia política equivocada” añadió.
Pero más interesante todavía fue esta recomendación: “Creo que la oposición debe recomponerse, seguramente con una renovación de líderes”.
Para la presidenta electa Dilma Rousseff ayer fue un día gratificante. Recibió un llamado personal del norteamericano Barack Obama quien la convidó a visitar Washington y le expresó el “deseo” de EE.UU. de preservar la alianza estratégica que forjó con Brasil hace poco más de un año. El mandatario estadounidense calificó en esa llamada de “triunfo histórico”, el de la candidata oficialista y de “proceso electoral ejemplar” el comicio. En la lectura diplomática, la comunicación fue un gesto “especial” de la Casa Blanca hacia una “potencia emergente” que por añadidura es una “nueva nación petrolera”.
Desde el punto de vista de la política exterior, se afirma que Dilma continuará con la estrategia de mantener a Brasil como interlocutor fiable para las potencias, en especial en los asuntos latinoamericanos, incluidos los de Centroamérica. Pero la presidenta electa no tendrá el mismo activismo que su predecesor en otras regiones del mundo. En una conversación con Clarín , el asesor internacional del Planalto Marco Aurelio García indicó las grandes líneas: “En América Latina la cuestión fundamental es formalizar las instituciones que ya poseemos como Unasur, Mercosur y el acuerdo con América Central. Tenemos que conseguir más organicidad”. Y en cuanto al resto del mundo “la política externa será universalista, como con el presidente Lula. Y allí donde haya causas en las que creamos posible ayudar, sin duda lo haremos”.
Pero si el frente externo se mostró proclive a la nueva Jefa de Estado, en el interno hay fricciones. Según el doctor en Ciencias Políticas Renato Lessa “Dilma no contará con el plazo de espera que le concedieron a Lula” luego que éste asumiera la primera presidencia el 1º de enero de 2003.
A juzgar por las declaraciones de los derrotados, el análisis parece acertado. Sin consuelo por su nuevo fracaso, el anterior fue en 2002 contra el presidente Lula, el socialdemócrata José Serra en vez de tender puentes partió para el ataque. El ahora ex gobernador de San Pablo y ex intendente de la capital paulista, hostigó: “Para quienes nos imaginan derrotados les digo que apenas estamos comenzando la lucha de verdad”. En esa línea muy poco cordial, juró que dará su contribución “en defensa de la patria, de la libertad, de la democracia, del derecho que todos tenemos a hablar y ser oídos, de la justicia social”. Para subir su autoestima, arañada por un fiasco que parece ser el último si se toman en cuenta los 68 años del ex candidato, Serra aseguró: “No digo adiós sino hasta luego”.
Con una imagen más deprimente que dolorosa, el comando de la campaña estuvo al lado del candidato perdedor. Allí se vio a su fugaz vice Indio da Costa, un hombre de 38 años que cayó a la misma velocidad de su subida. También pudo verse al gobernador electo de San Pablo Geraldo Alckmin. En este proceso hay “muchas viudas” en los sectores vinculados a Serra que ya se veían en altos cargos en Brasilia. Después de todo ¿quién no se sentiría defraudado por haber perdido la oportunidad de gobernar un Brasil petrolero en el que todos los días se descubren manantiales de oro negro? Se acaba de encontrar otro yacimiento en el litoral marítimo de Santos (llamado Libra) que podría duplicar las reservas probadas del país. Se estima que esa cuenca alberga entre 5.000 y 14.000 millones de barriles de crudo.
Para quienes tienen que convivir los próximos cuatro años desde una posición de gobierno provincial los gritos de guerra no suenan bien. El gobernador electo de San Pablo Geraldo Alckmin estuvo al lado de Serra para acompañarlo en el duelo. Pero no dejó de saludar a la nueva presidenta. “Quiero felicitar a Dilma por su elección y desearle a ella un buen trabajo, un buen gobierno. También quiero decirle que San Pablo es un aliado de Brasil, del desarrollo brasileño”, le dijo. En otras palabras, el futuro gobernador paulista se cuidó muy bien de decirle que está dentro y no afuera del país.
No hizo más que seguir la receta que aplican los políticos brasileños en estas circunstancias (y en el resto del mundo también). “La oposición, si yo estuviera en el lugar de ella, debería impulsar una gran reflexión” sostuvo García. “Finalmente esta es la tercera elección presidencial que pierden y eso revela que desplegaron una estrategia política equivocada” añadió.
Pero más interesante todavía fue esta recomendación: “Creo que la oposición debe recomponerse, seguramente con una renovación de líderes”.
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Dilma Rousseff: la primera presidenta de Brasil
La Nación
BRASILIA.- Tal como anticipaban las encuestas, Dilma Rousseff, la candidata del Partido de los Trabajadores (PT, en el gobierno), se convirtió ayer en la primera mujer que presidirá Brasil, al vencer en el ballottage con un 56% de los sufragios (55,7 millones de votos), a su rival socialdemócrata, José Serra, que logró el 44% de los votos (43,6 millones).
De este modo, Rousseff, una economista de 62 años de ascendencia búlgara, que fue guerrillera y estuvo en prisión entre 1970 y 1973, cuando sufrió torturas reiteradas, se transformará el 1° de enero próximo en la sucesora del presidente Luiz Inacio Lula da Silva, un ex sindicalista metalúrgico que no terminó la escuela primaria y que en casi ocho años de presidencia siguió con la transformación del país que había iniciado su antecesor, Fernando Henrique Cardoso, hasta volverlo una de las principales potencias emergentes del mundo.
Al igual que en la primera vuelta (en la que Rousseff logró un 47% de los votos, 14 puntos más que Serra), la votación, que se realiza por medio de urnas electrónicas, sorprendió por lo rápida y ordenada: los resultados estuvieron una hora y cuatro minutos después del cierre de la última urna, lo que fue considerado "un récord mundial" por el Tribunal Superior Electoral de Brasil.
"Agradezco a los brasileños y brasileñas la confianza que depositaron en mí. Prometo honrar su confianza", dijo anoche Dilma en las primeras declaraciones a la prensa tras la difusión de los resultados, mientras salía del Palacio la Alvorada, donde esperó con Lula los resultados, que al final de la jornada arrojaron el dato de que la abstención fue de un récord de 21,5%. En la primera vuelta había sido del 18%.
"Recibí la misión más importante de mi vida. Es una demostración del avance democrático de nuestro país, porque por primera vez una mujer presidirá Brasil", dijo anoche Rousseff, la duodécima mujer en llegar al poder en América, en su primer discurso como presidenta electa. Se comprometió a honrar a las mujeres, erradicar la miseria, valorizar la democracia y procurar "la más amplia libertad religiosa y de prensa".
Sobre las 22.40 locales, Serra, que ya había sido derrotado por Lula en las elecciones de 2002, reconoció su derrota y felicitó a Rousseff, en un discurso en el comité del opositor Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) en San Pablo. "Estoy muy agradecido a los 43,6 millones que votaron por mí. No puedo hablar de frustración, sí de confianza y de esperanza", dijo Serra.
Más allá de que carece del carisma de Lula, cuya gestión es respaldada por el 83% de los brasileños, Dilma logró consagrarse con un mensaje simple: prometió continuar con las políticas de Lula (con el eje en la justicia social y en la reducción de la pobreza), pero con un estilo propio para desarrollar lo que denominó "un Brasil con alma y corazón de mujer".
Para ello contó con el apoyo incondicional del mandatario, presente en interminables actos de campaña. A pesar de que fue la primera vez que se presentó para un cargo electivo, esta economista con fama de técnica "dura e implacable", que se convirtió en la mano derecha de Lula tras desempeñarse como su ministra de Energía y jefa de gabinete, logró ayer el triunfo electoral más resonante al que pueda aspirar un político en este país. Al igual que Lula, la presidenta electa de Brasil se presenta como una "luchadora", un perfil que atrae mucho al electorado brasileño.
Gobernará un país en franco ascenso: durante sus casi ocho años del mandato, el gobierno de Lula logró sacar a 23 millones de personas de la pobreza, mientras que la economía, que este año se expandirá un 7,5%, crece en forma sostenida.
Brasil vive hoy un boom de consumo y capta millonarias inversiones extranjeras, fogoneadas en parte por el descubrimiento de cuantiosos yacimientos petrolíferos submarinos, conocidos como presal. En 2014, el país será sede del Mundial de Fútbol, y dos años después, de los Juegos Olímpicos. Para ese entonces, será, según las estimaciones, la quinta economía mundial.
Para Dilma no fue un camino fácil. Virtual desconocida para la mayoría de los brasileños, necesitó una transformación total de su imagen, en la que participó un equipo de asesores de marketing, peinadores, vestuaristas y cirujanos plásticos.
Pero la clave estuvo en el apoyo incondicional que recibió de Lula, que anoche, por primera vez desde que comenzó la campaña, resignó el alto perfil que mantuvo a pesar de la catarata de críticas y dejó el escenario libre para Dilma y su compañero de fórmula, Michel Temer.
"Serra sale empequeñecido. El hizo una campaña agresiva contra Dilma, que fue víctima del prejuicio contra la mujer", había dicho Lula al votar. "No considero participar de nuevo", afirmó después, al ser consultado sobre la posibilidad de postularse en 2014.
Serra, que apenas se difundieron los primeros resultados llamó a su rival para felicitarla, dijo anoche en su discurso que los votos que recibió representan una "victoria estratégica" y anticipó una dura oposición. "Para los que nos imaginan derrotados, quiero decir: apenas estamos comenzando una lucha", afirmó. Al votar, el propio Serra había admitido que durante la campaña enfrentó una "batalla desigual" y subrayó la necesidad de una alternancia en el poder.
Anoche todo eso había quedado atrás. En la Explanada de los Ministerios, la amplia avenida flanqueada por edificios vanguardistas, todo era fiesta: miles de partidarios del PT esperaban a Dilma haciendo flamear sus banderas y celebrando eufóricos bajo la lluvia. Tal vez así lo había soñado Oscar Niemeyer, el arquitecto que diseñó esta ciudad en un intento de darle a Brasil una capital acorde con su vocación de gran potencia, que hace unos días anticipó que apoyaría a Dilma en estos comicios.
"Bienvenida al club", dijo Cristina
La presidenta Cristina Kirchner llamó anoche por teléfono a Dilma Rousseff para felicitarla por el triunfo. "Bienvenida al club de las compañeras de género", le dijo, y destacó el significado de su victoria "para la continuidad" del proceso político en la región.
BRASILIA.- Tal como anticipaban las encuestas, Dilma Rousseff, la candidata del Partido de los Trabajadores (PT, en el gobierno), se convirtió ayer en la primera mujer que presidirá Brasil, al vencer en el ballottage con un 56% de los sufragios (55,7 millones de votos), a su rival socialdemócrata, José Serra, que logró el 44% de los votos (43,6 millones).
De este modo, Rousseff, una economista de 62 años de ascendencia búlgara, que fue guerrillera y estuvo en prisión entre 1970 y 1973, cuando sufrió torturas reiteradas, se transformará el 1° de enero próximo en la sucesora del presidente Luiz Inacio Lula da Silva, un ex sindicalista metalúrgico que no terminó la escuela primaria y que en casi ocho años de presidencia siguió con la transformación del país que había iniciado su antecesor, Fernando Henrique Cardoso, hasta volverlo una de las principales potencias emergentes del mundo.
Al igual que en la primera vuelta (en la que Rousseff logró un 47% de los votos, 14 puntos más que Serra), la votación, que se realiza por medio de urnas electrónicas, sorprendió por lo rápida y ordenada: los resultados estuvieron una hora y cuatro minutos después del cierre de la última urna, lo que fue considerado "un récord mundial" por el Tribunal Superior Electoral de Brasil.
"Agradezco a los brasileños y brasileñas la confianza que depositaron en mí. Prometo honrar su confianza", dijo anoche Dilma en las primeras declaraciones a la prensa tras la difusión de los resultados, mientras salía del Palacio la Alvorada, donde esperó con Lula los resultados, que al final de la jornada arrojaron el dato de que la abstención fue de un récord de 21,5%. En la primera vuelta había sido del 18%.
"Recibí la misión más importante de mi vida. Es una demostración del avance democrático de nuestro país, porque por primera vez una mujer presidirá Brasil", dijo anoche Rousseff, la duodécima mujer en llegar al poder en América, en su primer discurso como presidenta electa. Se comprometió a honrar a las mujeres, erradicar la miseria, valorizar la democracia y procurar "la más amplia libertad religiosa y de prensa".
Sobre las 22.40 locales, Serra, que ya había sido derrotado por Lula en las elecciones de 2002, reconoció su derrota y felicitó a Rousseff, en un discurso en el comité del opositor Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) en San Pablo. "Estoy muy agradecido a los 43,6 millones que votaron por mí. No puedo hablar de frustración, sí de confianza y de esperanza", dijo Serra.
Más allá de que carece del carisma de Lula, cuya gestión es respaldada por el 83% de los brasileños, Dilma logró consagrarse con un mensaje simple: prometió continuar con las políticas de Lula (con el eje en la justicia social y en la reducción de la pobreza), pero con un estilo propio para desarrollar lo que denominó "un Brasil con alma y corazón de mujer".
Para ello contó con el apoyo incondicional del mandatario, presente en interminables actos de campaña. A pesar de que fue la primera vez que se presentó para un cargo electivo, esta economista con fama de técnica "dura e implacable", que se convirtió en la mano derecha de Lula tras desempeñarse como su ministra de Energía y jefa de gabinete, logró ayer el triunfo electoral más resonante al que pueda aspirar un político en este país. Al igual que Lula, la presidenta electa de Brasil se presenta como una "luchadora", un perfil que atrae mucho al electorado brasileño.
Gobernará un país en franco ascenso: durante sus casi ocho años del mandato, el gobierno de Lula logró sacar a 23 millones de personas de la pobreza, mientras que la economía, que este año se expandirá un 7,5%, crece en forma sostenida.
Brasil vive hoy un boom de consumo y capta millonarias inversiones extranjeras, fogoneadas en parte por el descubrimiento de cuantiosos yacimientos petrolíferos submarinos, conocidos como presal. En 2014, el país será sede del Mundial de Fútbol, y dos años después, de los Juegos Olímpicos. Para ese entonces, será, según las estimaciones, la quinta economía mundial.
Para Dilma no fue un camino fácil. Virtual desconocida para la mayoría de los brasileños, necesitó una transformación total de su imagen, en la que participó un equipo de asesores de marketing, peinadores, vestuaristas y cirujanos plásticos.
Pero la clave estuvo en el apoyo incondicional que recibió de Lula, que anoche, por primera vez desde que comenzó la campaña, resignó el alto perfil que mantuvo a pesar de la catarata de críticas y dejó el escenario libre para Dilma y su compañero de fórmula, Michel Temer.
"Serra sale empequeñecido. El hizo una campaña agresiva contra Dilma, que fue víctima del prejuicio contra la mujer", había dicho Lula al votar. "No considero participar de nuevo", afirmó después, al ser consultado sobre la posibilidad de postularse en 2014.
Serra, que apenas se difundieron los primeros resultados llamó a su rival para felicitarla, dijo anoche en su discurso que los votos que recibió representan una "victoria estratégica" y anticipó una dura oposición. "Para los que nos imaginan derrotados, quiero decir: apenas estamos comenzando una lucha", afirmó. Al votar, el propio Serra había admitido que durante la campaña enfrentó una "batalla desigual" y subrayó la necesidad de una alternancia en el poder.
Anoche todo eso había quedado atrás. En la Explanada de los Ministerios, la amplia avenida flanqueada por edificios vanguardistas, todo era fiesta: miles de partidarios del PT esperaban a Dilma haciendo flamear sus banderas y celebrando eufóricos bajo la lluvia. Tal vez así lo había soñado Oscar Niemeyer, el arquitecto que diseñó esta ciudad en un intento de darle a Brasil una capital acorde con su vocación de gran potencia, que hace unos días anticipó que apoyaría a Dilma en estos comicios.
"Bienvenida al club", dijo Cristina
La presidenta Cristina Kirchner llamó anoche por teléfono a Dilma Rousseff para felicitarla por el triunfo. "Bienvenida al club de las compañeras de género", le dijo, y destacó el significado de su victoria "para la continuidad" del proceso político en la región.
Rousseff is Brazil's first female president
The Washington Post
Dilma Rousseff, a former Marxist guerrilla turned button-down technocrat with expertise in everything from energy to high finance, comfortably won Brazil's presidency Sunday in a contest that demonstrated voter loyalty to the man who handpicked her for the job, President Luiz Inacio Lula da Silva.
With nearly all of the votes counted in the world's fourth-largest democracy, Rousseff, 62, Lula's former chief of staff, had 56 percent of the vote to 44 percent for the challenger, Jose Serra, 68. On Jan. 1, when she is to be sworn in, Rousseff will become the country's first female president.
"I offer special thanks to President Lula," Rousseff said in a victory speech in the capital, Brasilia. "I will know how to honor his legacy. I will know how to consolidate and go forward with his work."
Political analysts consider the outcome in Brazil to be a strong show of support for the mix of generous social programs and prudent economic management. Brazilians credit Lula, who rose from shoe-shine boy to factory worker to leader of a country of almost 200 million, with transforming Brazil into a modern nation with a world-class economy and increasingly potent middle class.
That sense of pride in what Brazil has become led Manoela Monteiro, 27, a teacher, to vote for Rousseff in Sao Paulo. Under Lula, she said, she thought that her money had more buying power, and she bought her first car. "I voted for Dilma because I think the government has to continue the way it is, which is very good," she said.
Under Lula, more than 20 million Brazilians rose out of poverty, 30 million joined the lower-middle class and the country's historic, yawning gap between rich and poor got a little smaller. Brazil also joined a select group of countries given investment-grade status by international credit agencies, and it emerged from the 2008 economic crisis stronger than before.
To cap off Lula's presidency, Rio de Janeiro last year was awarded the 2016 Olympics, which many Brazilians saw as a milepost.
Hailed as "my man" and "the most popular politician on Earth" by President Obama during a 2009 summit, Lula, now 65, has an approval rating that tops 80 percent.
Brazil's president-elect is the daughter of a well-off Bulgarian immigrant father who raised his family in the prosperous city of Belo Horizonte. In the 1960s, with Brazil ruled by a military dictatorship, she joined a rebel movement and, according to Brazil's military of the time, became an urban commander.
Rousseff has told Brazilian reporters that her role in that era was political and did not involve violence. "I wore thick glasses, and I did not shoot very well," the Sao Paulo newspaper, Folha, quoted her as saying.
After her capture by the security forces in 1970, she was tortured. That included hanging upside down from a metal bar, her wrists wrapped to her ankles in an excruciatingly painful position called the "parrot's perch."
Released in 1973, she completed her studies in economics and went on to manage the finances of Porto Alegre and the energy policies of Rio Grande do Sul. A decade ago, she joined the Workers Party, caught Lula's attention and, in his first term, became his energy minister.
She was later named his chief of staff, which in Brazil is a powerful position from which Rousseff had control of the country's vast bureaucracy.
"People who doubt her abilities are plain wrong," said Riordan Roett, author of a recent book, "The New Brazil."
Foreign investors and business interests will be watching to see if Rousseff will take on nagging problems ranging from a Byzantine taxation system to an overvalued currency. Some analysts also say she has to rein in spending.
"The Lula administration overspent almost with abandon," said Amaury de Souza, a Rio de Janeiro business consultant. "And a bill will come due."
Dilma Rousseff, a former Marxist guerrilla turned button-down technocrat with expertise in everything from energy to high finance, comfortably won Brazil's presidency Sunday in a contest that demonstrated voter loyalty to the man who handpicked her for the job, President Luiz Inacio Lula da Silva.
With nearly all of the votes counted in the world's fourth-largest democracy, Rousseff, 62, Lula's former chief of staff, had 56 percent of the vote to 44 percent for the challenger, Jose Serra, 68. On Jan. 1, when she is to be sworn in, Rousseff will become the country's first female president.
"I offer special thanks to President Lula," Rousseff said in a victory speech in the capital, Brasilia. "I will know how to honor his legacy. I will know how to consolidate and go forward with his work."
Political analysts consider the outcome in Brazil to be a strong show of support for the mix of generous social programs and prudent economic management. Brazilians credit Lula, who rose from shoe-shine boy to factory worker to leader of a country of almost 200 million, with transforming Brazil into a modern nation with a world-class economy and increasingly potent middle class.
That sense of pride in what Brazil has become led Manoela Monteiro, 27, a teacher, to vote for Rousseff in Sao Paulo. Under Lula, she said, she thought that her money had more buying power, and she bought her first car. "I voted for Dilma because I think the government has to continue the way it is, which is very good," she said.
Under Lula, more than 20 million Brazilians rose out of poverty, 30 million joined the lower-middle class and the country's historic, yawning gap between rich and poor got a little smaller. Brazil also joined a select group of countries given investment-grade status by international credit agencies, and it emerged from the 2008 economic crisis stronger than before.
To cap off Lula's presidency, Rio de Janeiro last year was awarded the 2016 Olympics, which many Brazilians saw as a milepost.
Hailed as "my man" and "the most popular politician on Earth" by President Obama during a 2009 summit, Lula, now 65, has an approval rating that tops 80 percent.
Brazil's president-elect is the daughter of a well-off Bulgarian immigrant father who raised his family in the prosperous city of Belo Horizonte. In the 1960s, with Brazil ruled by a military dictatorship, she joined a rebel movement and, according to Brazil's military of the time, became an urban commander.
Rousseff has told Brazilian reporters that her role in that era was political and did not involve violence. "I wore thick glasses, and I did not shoot very well," the Sao Paulo newspaper, Folha, quoted her as saying.
After her capture by the security forces in 1970, she was tortured. That included hanging upside down from a metal bar, her wrists wrapped to her ankles in an excruciatingly painful position called the "parrot's perch."
Released in 1973, she completed her studies in economics and went on to manage the finances of Porto Alegre and the energy policies of Rio Grande do Sul. A decade ago, she joined the Workers Party, caught Lula's attention and, in his first term, became his energy minister.
She was later named his chief of staff, which in Brazil is a powerful position from which Rousseff had control of the country's vast bureaucracy.
"People who doubt her abilities are plain wrong," said Riordan Roett, author of a recent book, "The New Brazil."
Foreign investors and business interests will be watching to see if Rousseff will take on nagging problems ranging from a Byzantine taxation system to an overvalued currency. Some analysts also say she has to rein in spending.
"The Lula administration overspent almost with abandon," said Amaury de Souza, a Rio de Janeiro business consultant. "And a bill will come due."
Dilma Rousseff wins Brazil's presidential election
The Guardian
A former Marxist rebel who was jailed and tortured during Brazil's military dictatorship last night became the first female president in her country's history.
In her first speech as Brazil's president-elect, Dilma Rousseff, who polled 56% compared to her rival's 44%, vowed to eradicate extreme poverty in one of the world's most unequal countries.
An estimated 135 million Brazilians went to the polls yesterday to choose between the 62-year-old economist, who was the handpicked successor of Brazil's Workers' Party (PT) president Luiz Inacio Lula da Silva, and José Serra, a 68-year-old former health minister who was running for president for the second, and almost certainly last, time.
Speaking at a victory rally in the capital, Brasilia, Rousseff told jubilant supporters: "We cannot rest while Brazilians are going hungry, while families are living in the streets, while poor children are abandoned to their own fates and while crack and crack dens rule."
"The eradication of extreme poverty is a target that I assume and I humbly ask for the support of you all to help the country overcome this abyss that still separates us from being a developed nation," she added. "This ambitious goal will not be achieved by the government alone. It is a call for the nation."
Rousseff, a notoriously tough technocrat who underwent plastic surgery to try to boost her appeal, had looked badly deflated after being forced into a second-round run-off with Serra earlier this month but recent polls showed her pulling away, largely thanks to Lula's growing involvement in her campaign. She won a landslide victory in Brazil's impoverished northeast, where Lula was born, polling nearly 66% compared to Serra's 27.5% and also dominated much of the Amazon region.
She takes power in a country on the rise, which is expected to be the world's fifth-largest economy by the time it hosts the 2016 Summer Olympics.
In the lead-up to the election José Eduardo Dutra, the PT's president, said voters had been offered the choice of "a model that attempted to include all Brazilians" and one that promoted "income concentration and … the growth of one group of Brazilians".
"Dilma's government will advance further in terms of reducing inequality," he said.
Despite the buoyant mood among PT leaders last night, the presidential race has inspired few voters on either side, with neither candidate enjoying Lula's flair or wit. Observers described the vote as more of a referendum on Lula, while the front-page headline of one Rio newspaper yesterday exclaimed: "Phew! It's over."
Many supporters hope Lula, who is likely to leave power on 1 January with approval ratings of over 80%, will attempt a comeback, possibly as early as 2014, the year Brazil hosts the World Cup.
"There is a big possibility of … President [Lula] being a candidate again either in 2014 or in 2018," admitted Marcia Carvalho Lopes, Brazil's minister for social development.
Before then the new government will face a barrage of issues, not least fighting what the country's finance minister recently called a global "currency war".
The value of Brazil's currency, the real, has ballooned since President Lula took power, leaving exporters despondent and leading Goldman Sachs to classify it as the most overvalued currency on earth.
Public security remains a major problem, with nearly 50,000 homicides per year. The country is also facing a growing crack-cocaine crisis. A recent study by the Cebrid thinktank claimed nearly 9% of 9-18-year-old Brazilians use the drug.
With Brazil's economy booming, analysts say that investment in infrastructure and education is needed to sustain growth .
"Brazil will only leave behind its position as an emerging power and become a developed country if we guarantee quality education to our children," Rousseff admitted last week.
A former Marxist rebel who was jailed and tortured during Brazil's military dictatorship last night became the first female president in her country's history.
In her first speech as Brazil's president-elect, Dilma Rousseff, who polled 56% compared to her rival's 44%, vowed to eradicate extreme poverty in one of the world's most unequal countries.
An estimated 135 million Brazilians went to the polls yesterday to choose between the 62-year-old economist, who was the handpicked successor of Brazil's Workers' Party (PT) president Luiz Inacio Lula da Silva, and José Serra, a 68-year-old former health minister who was running for president for the second, and almost certainly last, time.
Speaking at a victory rally in the capital, Brasilia, Rousseff told jubilant supporters: "We cannot rest while Brazilians are going hungry, while families are living in the streets, while poor children are abandoned to their own fates and while crack and crack dens rule."
"The eradication of extreme poverty is a target that I assume and I humbly ask for the support of you all to help the country overcome this abyss that still separates us from being a developed nation," she added. "This ambitious goal will not be achieved by the government alone. It is a call for the nation."
Rousseff, a notoriously tough technocrat who underwent plastic surgery to try to boost her appeal, had looked badly deflated after being forced into a second-round run-off with Serra earlier this month but recent polls showed her pulling away, largely thanks to Lula's growing involvement in her campaign. She won a landslide victory in Brazil's impoverished northeast, where Lula was born, polling nearly 66% compared to Serra's 27.5% and also dominated much of the Amazon region.
She takes power in a country on the rise, which is expected to be the world's fifth-largest economy by the time it hosts the 2016 Summer Olympics.
In the lead-up to the election José Eduardo Dutra, the PT's president, said voters had been offered the choice of "a model that attempted to include all Brazilians" and one that promoted "income concentration and … the growth of one group of Brazilians".
"Dilma's government will advance further in terms of reducing inequality," he said.
Despite the buoyant mood among PT leaders last night, the presidential race has inspired few voters on either side, with neither candidate enjoying Lula's flair or wit. Observers described the vote as more of a referendum on Lula, while the front-page headline of one Rio newspaper yesterday exclaimed: "Phew! It's over."
Many supporters hope Lula, who is likely to leave power on 1 January with approval ratings of over 80%, will attempt a comeback, possibly as early as 2014, the year Brazil hosts the World Cup.
"There is a big possibility of … President [Lula] being a candidate again either in 2014 or in 2018," admitted Marcia Carvalho Lopes, Brazil's minister for social development.
Before then the new government will face a barrage of issues, not least fighting what the country's finance minister recently called a global "currency war".
The value of Brazil's currency, the real, has ballooned since President Lula took power, leaving exporters despondent and leading Goldman Sachs to classify it as the most overvalued currency on earth.
Public security remains a major problem, with nearly 50,000 homicides per year. The country is also facing a growing crack-cocaine crisis. A recent study by the Cebrid thinktank claimed nearly 9% of 9-18-year-old Brazilians use the drug.
With Brazil's economy booming, analysts say that investment in infrastructure and education is needed to sustain growth .
"Brazil will only leave behind its position as an emerging power and become a developed country if we guarantee quality education to our children," Rousseff admitted last week.
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Política e Diplomacia
Dilma Rousseff promete continuar el trabajo de Lula
El País
Dilma Rousseff, de 62 años, la persona elegida por Lula da Silva para sucederle, se ha proclamado hoy presidenta de Brasil, la primera en la historia del país. La candidata del Partido de los Trabajadores ha logrado el 56% de los votos en la segunda vuelta de las presidenciales, muy por delante de José Serra, del Partido de la Social Democracia (PSDB), que se ha quedado con el 44%: una diferencia de 11 millones de votos, según los datos oficiales difundidos por el Tribunal Electoral de Brasil con el 99,9% del escrutinio. Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT) ha prometido "honrar" el trabajo de Lula, su mentor y su predecesor en el cargo, el presidente más popular de la historia de Brasil, el que ha conseguido colocarlo como octava potencia del mundo y sacar de la pobreza a millones de brasileños. Dilma, como la conocen los brasileños, mantiene la lucha contra la pobreza y la estabilidad económica como sus prioridades, además de un compromiso con los derechos fundamentales y la igualdad entre hombres y mujeres.
Dilma, que ha seguido el escrutinio desde su casa de Brasilia, se ha reunido con Lula tras conocer su victoria. Después se ha dirigido a un hotel para hacer una declaración ya como ganadora de las elecciones. En él, la presidenta ha rendido homenaje a su mentor, prometiendo que trabajará para extender su legado en "una nueva era de prosperidad". "La tarea de sucederle es difícil y representa un desafio, pero sabré honrar esta herencia y ampliar su trabajo", ha prometido.
La nueva presidenta se ha marcado dos objetivos fundamentales: la erradicación de la pobreza -que ya persiguió Lula con éxito- y el mantenimiento de la estabilidad y crecimiento económicos. "No podemos descansar mientras haya brasileños hambrientos, mientras hay familias que viven en la calle, mientras haya niños pobres abandonados a su destino", ha prometido. También se ha comprometido a garantizar las libertades de prensa y religiosa y a promover la "igualdad entre hombres y mujeres", principios, todos ellos, "esenciales de la democracia".
Con lágrimas en los ojos, la economista ha afirmado que el resultado de las urnas le ha encomendado la "misión más importante" y "difícil" de su vida y ha señalado, como el primero de sus compromisos, su intención de "honrar a todas las mujeres, para que este hecho inédito de hoy se multiplique" en toda la sociedad. "Quiero que los padres y las madres miren hoy a sus hijas y les digan que una mujer puede ser presidenta de Brasil", ha expresado.
En su lista de promesas, la que se ha presentado como "la presidenta de todos, respetando las diferencias de opinión", ha asegurado que garantizará "el derecho a la opinión y la expresión", el "empleo", la "distribución de renta", la "vivienda digna", la "paz social", las "más absolutas libertades de prensa, religiosa y de culto" y que velará por el estricto respeto "a la Constitución".
Asimismo, se ha comprometido con la meta de "erradicar la pobreza" en el camino ya iniciado por Lula, "el mejor presidente que ha tenido Brasil", y ha hecho un llamamiento a los "empresarios, trabajadores, iglesias, a la prensa y a todas las personas de bien del país" a colaborar con un Gobierno que será "para todos, sin exclusión".
Por su parte, el derrotado candidato del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), José Serra, y al que Rousseff se ha comprometido a "tender la mano", ha pedido a la futura presidenta "que haga el bien" para Brasil. "Estoy muy agradecido a los 46 millones de brasileños y brasileñas que votaron por mí", ha asegurado Serra, quien durante su discurso tras conocer su derrota ha abogado por un "Brasil soberano, democrático, que sea propiedad de su pueblo".
106 millones de brasileños acuden a las urnas
Luiz Inácio Lula da Silva, el presidente más popular de la historia de Brasil, dejó siempre claro que la victoria de su candidata sería una victoria propia. Y lo contrario: que su derrota significaría una bofetada del electorado en su propia cara. El candidato opositor, José Serra, también tuvo siempre presente que ni él, ni su grupo (Partido de la Social Democracia Brasileña, PSDB), luchaban sólo contra la candidata del Partido de los Trabajadores (PT), sino contra el propio Lula. "Mi batalla es una batalla gigantesca", confesó Serra poco antes de acercarse a depositar su voto, en la ciudad de São Paulo.
Finalmente, ha sido una batalla que no ha podido ganar, pese a lograr forzar hace dos semanas una segunda vuelta en la que han participado más de 106 millones de brasileños de los 136 llamados a votar -una abstención del 21,5%, la más alta desde que Brasil recuperó la democracia en 1985-. Los votantes han dado a una mujer el puesto de 40º presidente del quinto país más grande del mundo (toda la Unión Europea cabe en la mitad de su territorio).
Nueva etapa
Lula, que la eligió como candidata presidencial en contra de la opinión de muchos de sus compañeros del PT, ha sido un elemento decisivo en la victoria, pero como mantiene el ex ministro y sociólogo Roberto Mangabeira Unger, "ahora empieza un momento distinto, con una persona diferente y con un trabajo que tendrá sus propias exigencias". "Ahora comienza una nueva etapa en nuestra democracia", dijo la propia Rousseff a la salida del colegio electoral.
Lula ha estado ocho años en la presidencia (la Constitución brasileña prohíbe un tercer mandato) y se retira con un increíble 83% de popularidad. Pocos confiaban en que Serra, ex gobernador de São Paulo, pudiera dar la vuelta a los sondeos: la victoria del candidato del PSDB, bromeaba hace dos días, en una cadena de televisión, un conocido analista, solo parecía posible en dos circunstancias muy especiales: "que las empresas de sondeos se hayan vuelto locas... o que se produzca un milagro".
No parece, sin embargo, que los aspectos religiosos, tan presentes en la campaña para la segunda vuelta, hayan sido finalmente un elemento tan decisivo a la hora de depositar el voto. "Lo importante, por encima de todo", ha confesado a EL PAÍS un pastor protestante a la salida de un colegio en Brasilia, "es cómo ha mejorado la vida de la gente en estos ocho años". Para la mayoría de los expertos brasileños, es la llamada clase c, la nueva clase media baja, que ha nacido y crecido bajo la presidencia de Lula, la que tenía la llave de las elecciones. Y para esos millones de ciudadanos que confían, llenos de optimismo, en seguir mejorando su nivel de vida, la continuidad ha podido ser el elemento decisivo a la hora de depositar el voto.
Dilma Rousseff, hija de un abogado comunista búlgaro y de una maestra brasileña, antigua militante de un grupo armado durante la dictadura militar brasileña, se ha presentado a estas elecciones (las primeras a las que concurría en toda su vida) con una intachable hoja de gestora económica, seria y eficiente, y ha prometido, sobre todo, esa continuidad con respecto a la etapa de Lula. Rousseff necesitará, sin embargo, asentar su fuerza y poder en la presidencia, con un gobierno propio y su propia forma de trabajar, que es, sin duda, mucho más adusta que la de su predecesor. Pese a todo, se da por seguro que ahora mantendrá, por lo menos durante un año, al actual ministro de Economía, Guido Mantegna. La gran duda es su relación con los barones del PT, a los que Lula mantuvo siempre a raya, con el poder que le daba su fabulosa popularidad, y que ahora pueden reclamar mayor protagonismo. Uno de esos barones, José Dirceu, ha aclarado, sin embargo, que no aspira a ningún cargo ministerial. "Ni puedo, ni debo, ni quiero", ha proclamado.
El futuro de Lula, que se ha empleado en esta campaña con todas sus energías y ha demostrado que mantiene intactas su fuerza y su capacidad de convicción, es una de las grandes incógnitas de esta nueva etapa. ¿Optará a un tercer mandato en 2014 o considera que su tiempo "brasileño" está definitivamente cerrado? "Lula solo volvería en un caso", explica un destacado militante del PT. "Si Dilma llega a la presidencia y su mandato fuera un fracaso. Entonces, todos le pediríamos que regresara. Si Dilma tiene éxito, lo más natural sería que ella misma optara a la reelección".
Lo que parece claro es que ni Serra ni Rousseff tienen la extraordinaria proyección internacional que ha logrado el actual presidente brasileño. Lula es un "activo" de Brasil en todo el mundo y parece lógico que, bien sea al frente de una fundación, bien sea en cualquier otro puesto, la actividad internacional forme parte de la agenda inmediata de esta formidable figura política latinoamericana.
El futuro de Lula
El futuro de Lula, que se ha empleado en esta campaña con todas sus energías y ha demostrado que mantiene intactas su fuerza y su capacidad de convicción, es una de las grandes incógnitas de esta nueva etapa. ¿Optará a un tercer mandato en 2014 o considera que su tiempo "brasileño" está definitivamente cerrado? "Lula solo volvería en un caso", explica un destacado militante del PT. "Si Dilma llega a la presidencia y su mandato fuera un fracaso. Entonces, todos le pediríamos que regresara. Si Dilma tiene éxito, lo más natural sería que ella misma optara a la reelección".
Lo que parece claro es que ni Serra ni Rousseff tienen la extraordinaria proyección internacional que ha logrado el actual presidente brasileño. Lula es un "activo" de Brasil en todo el mundo y parece lógico que, bien sea al frente de una fundación, bien sea en cualquier otro puesto, la actividad internacional forme parte de la agenda inmediata de esta formidable figura política latinoamericana.
Dilma Rousseff, de 62 años, la persona elegida por Lula da Silva para sucederle, se ha proclamado hoy presidenta de Brasil, la primera en la historia del país. La candidata del Partido de los Trabajadores ha logrado el 56% de los votos en la segunda vuelta de las presidenciales, muy por delante de José Serra, del Partido de la Social Democracia (PSDB), que se ha quedado con el 44%: una diferencia de 11 millones de votos, según los datos oficiales difundidos por el Tribunal Electoral de Brasil con el 99,9% del escrutinio. Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT) ha prometido "honrar" el trabajo de Lula, su mentor y su predecesor en el cargo, el presidente más popular de la historia de Brasil, el que ha conseguido colocarlo como octava potencia del mundo y sacar de la pobreza a millones de brasileños. Dilma, como la conocen los brasileños, mantiene la lucha contra la pobreza y la estabilidad económica como sus prioridades, además de un compromiso con los derechos fundamentales y la igualdad entre hombres y mujeres.
Dilma, que ha seguido el escrutinio desde su casa de Brasilia, se ha reunido con Lula tras conocer su victoria. Después se ha dirigido a un hotel para hacer una declaración ya como ganadora de las elecciones. En él, la presidenta ha rendido homenaje a su mentor, prometiendo que trabajará para extender su legado en "una nueva era de prosperidad". "La tarea de sucederle es difícil y representa un desafio, pero sabré honrar esta herencia y ampliar su trabajo", ha prometido.
La nueva presidenta se ha marcado dos objetivos fundamentales: la erradicación de la pobreza -que ya persiguió Lula con éxito- y el mantenimiento de la estabilidad y crecimiento económicos. "No podemos descansar mientras haya brasileños hambrientos, mientras hay familias que viven en la calle, mientras haya niños pobres abandonados a su destino", ha prometido. También se ha comprometido a garantizar las libertades de prensa y religiosa y a promover la "igualdad entre hombres y mujeres", principios, todos ellos, "esenciales de la democracia".
Con lágrimas en los ojos, la economista ha afirmado que el resultado de las urnas le ha encomendado la "misión más importante" y "difícil" de su vida y ha señalado, como el primero de sus compromisos, su intención de "honrar a todas las mujeres, para que este hecho inédito de hoy se multiplique" en toda la sociedad. "Quiero que los padres y las madres miren hoy a sus hijas y les digan que una mujer puede ser presidenta de Brasil", ha expresado.
En su lista de promesas, la que se ha presentado como "la presidenta de todos, respetando las diferencias de opinión", ha asegurado que garantizará "el derecho a la opinión y la expresión", el "empleo", la "distribución de renta", la "vivienda digna", la "paz social", las "más absolutas libertades de prensa, religiosa y de culto" y que velará por el estricto respeto "a la Constitución".
Asimismo, se ha comprometido con la meta de "erradicar la pobreza" en el camino ya iniciado por Lula, "el mejor presidente que ha tenido Brasil", y ha hecho un llamamiento a los "empresarios, trabajadores, iglesias, a la prensa y a todas las personas de bien del país" a colaborar con un Gobierno que será "para todos, sin exclusión".
Por su parte, el derrotado candidato del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), José Serra, y al que Rousseff se ha comprometido a "tender la mano", ha pedido a la futura presidenta "que haga el bien" para Brasil. "Estoy muy agradecido a los 46 millones de brasileños y brasileñas que votaron por mí", ha asegurado Serra, quien durante su discurso tras conocer su derrota ha abogado por un "Brasil soberano, democrático, que sea propiedad de su pueblo".
106 millones de brasileños acuden a las urnas
Luiz Inácio Lula da Silva, el presidente más popular de la historia de Brasil, dejó siempre claro que la victoria de su candidata sería una victoria propia. Y lo contrario: que su derrota significaría una bofetada del electorado en su propia cara. El candidato opositor, José Serra, también tuvo siempre presente que ni él, ni su grupo (Partido de la Social Democracia Brasileña, PSDB), luchaban sólo contra la candidata del Partido de los Trabajadores (PT), sino contra el propio Lula. "Mi batalla es una batalla gigantesca", confesó Serra poco antes de acercarse a depositar su voto, en la ciudad de São Paulo.
Finalmente, ha sido una batalla que no ha podido ganar, pese a lograr forzar hace dos semanas una segunda vuelta en la que han participado más de 106 millones de brasileños de los 136 llamados a votar -una abstención del 21,5%, la más alta desde que Brasil recuperó la democracia en 1985-. Los votantes han dado a una mujer el puesto de 40º presidente del quinto país más grande del mundo (toda la Unión Europea cabe en la mitad de su territorio).
Nueva etapa
Lula, que la eligió como candidata presidencial en contra de la opinión de muchos de sus compañeros del PT, ha sido un elemento decisivo en la victoria, pero como mantiene el ex ministro y sociólogo Roberto Mangabeira Unger, "ahora empieza un momento distinto, con una persona diferente y con un trabajo que tendrá sus propias exigencias". "Ahora comienza una nueva etapa en nuestra democracia", dijo la propia Rousseff a la salida del colegio electoral.
Lula ha estado ocho años en la presidencia (la Constitución brasileña prohíbe un tercer mandato) y se retira con un increíble 83% de popularidad. Pocos confiaban en que Serra, ex gobernador de São Paulo, pudiera dar la vuelta a los sondeos: la victoria del candidato del PSDB, bromeaba hace dos días, en una cadena de televisión, un conocido analista, solo parecía posible en dos circunstancias muy especiales: "que las empresas de sondeos se hayan vuelto locas... o que se produzca un milagro".
No parece, sin embargo, que los aspectos religiosos, tan presentes en la campaña para la segunda vuelta, hayan sido finalmente un elemento tan decisivo a la hora de depositar el voto. "Lo importante, por encima de todo", ha confesado a EL PAÍS un pastor protestante a la salida de un colegio en Brasilia, "es cómo ha mejorado la vida de la gente en estos ocho años". Para la mayoría de los expertos brasileños, es la llamada clase c, la nueva clase media baja, que ha nacido y crecido bajo la presidencia de Lula, la que tenía la llave de las elecciones. Y para esos millones de ciudadanos que confían, llenos de optimismo, en seguir mejorando su nivel de vida, la continuidad ha podido ser el elemento decisivo a la hora de depositar el voto.
Dilma Rousseff, hija de un abogado comunista búlgaro y de una maestra brasileña, antigua militante de un grupo armado durante la dictadura militar brasileña, se ha presentado a estas elecciones (las primeras a las que concurría en toda su vida) con una intachable hoja de gestora económica, seria y eficiente, y ha prometido, sobre todo, esa continuidad con respecto a la etapa de Lula. Rousseff necesitará, sin embargo, asentar su fuerza y poder en la presidencia, con un gobierno propio y su propia forma de trabajar, que es, sin duda, mucho más adusta que la de su predecesor. Pese a todo, se da por seguro que ahora mantendrá, por lo menos durante un año, al actual ministro de Economía, Guido Mantegna. La gran duda es su relación con los barones del PT, a los que Lula mantuvo siempre a raya, con el poder que le daba su fabulosa popularidad, y que ahora pueden reclamar mayor protagonismo. Uno de esos barones, José Dirceu, ha aclarado, sin embargo, que no aspira a ningún cargo ministerial. "Ni puedo, ni debo, ni quiero", ha proclamado.
El futuro de Lula, que se ha empleado en esta campaña con todas sus energías y ha demostrado que mantiene intactas su fuerza y su capacidad de convicción, es una de las grandes incógnitas de esta nueva etapa. ¿Optará a un tercer mandato en 2014 o considera que su tiempo "brasileño" está definitivamente cerrado? "Lula solo volvería en un caso", explica un destacado militante del PT. "Si Dilma llega a la presidencia y su mandato fuera un fracaso. Entonces, todos le pediríamos que regresara. Si Dilma tiene éxito, lo más natural sería que ella misma optara a la reelección".
Lo que parece claro es que ni Serra ni Rousseff tienen la extraordinaria proyección internacional que ha logrado el actual presidente brasileño. Lula es un "activo" de Brasil en todo el mundo y parece lógico que, bien sea al frente de una fundación, bien sea en cualquier otro puesto, la actividad internacional forme parte de la agenda inmediata de esta formidable figura política latinoamericana.
El futuro de Lula
El futuro de Lula, que se ha empleado en esta campaña con todas sus energías y ha demostrado que mantiene intactas su fuerza y su capacidad de convicción, es una de las grandes incógnitas de esta nueva etapa. ¿Optará a un tercer mandato en 2014 o considera que su tiempo "brasileño" está definitivamente cerrado? "Lula solo volvería en un caso", explica un destacado militante del PT. "Si Dilma llega a la presidencia y su mandato fuera un fracaso. Entonces, todos le pediríamos que regresara. Si Dilma tiene éxito, lo más natural sería que ella misma optara a la reelección".
Lo que parece claro es que ni Serra ni Rousseff tienen la extraordinaria proyección internacional que ha logrado el actual presidente brasileño. Lula es un "activo" de Brasil en todo el mundo y parece lógico que, bien sea al frente de una fundación, bien sea en cualquier otro puesto, la actividad internacional forme parte de la agenda inmediata de esta formidable figura política latinoamericana.
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sexta-feira, 29 de outubro de 2010
El Papa irrumpe en la campaña electoral de Brasil
La Nación
RIO DE JANEIRO. Cuando faltan sólo tres días para el ballottage en Brasil, un llamado del Papa a los obispos a que se expresen en contra del aborto amenazó ayer con reinstaurar en la campaña el polémico tema que tanto dañó en la primera vuelta la candidatura de la oficialista Dilma Rousseff, favorita a suceder a Luiz Inacio Lula da Silva.
Durante un encuentro en el Vaticano con los prelados del país con mayor cantidad de católicos del mundo, Benedicto XVI resaltó que los religiosos tienen la obligación de manifestarse públicamente contra proyectos políticos que atenten contra la vida, aunque no se refirió específicamente a los comicios de pasado mañana aquí.
"Los sacerdotes tienen el grave deber de emitir un juicio moral, incluso en temas políticos ?resaltó el Pontífice?. Cuando los proyectos políticos contemplan, abierta o veladamente, la despenalización del aborto o de la eutanasia, el ideal democrático, que sólo es verdaderamente tal cuando reconoce y tutela la dignidad de toda la persona humana, está siendo traicionado en sus bases."
La declaración cayó como un balde de agua fría en la campaña de Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), que ya pensaba superada la controversia generada durante el primer turno en torno al asunto, y ahora gozaba de una ventaja de más de diez puntos frente al candidato opositor José Serra, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB).
En los días anteriores a aquella elección, surgieron en Internet varios rumores de que la ex jefa de gabinete de Lula pensaba legalizar el aborto y el casamiento gay, lo que, según los analistas, le restó votos católicos y evangélicos, y la privó de una victoria en primera vuelta.
Después de los comicios, la candidata buscó intensamente el apoyo de los líderes religiosos e incluso firmó una carta pública en la que prometía no aprobar ninguna ley que fuera en contra de las creencias religiosas más arraigadas. Pero las sospechas sobre su verdadera postura persistieron, ya que en entrevistas de 2007 había defendido la despenalización del aborto al considerarlo un problema de salud pública.
"Ya me cansé de repetir cuál es mi posición en esta cuestión del aborto. Yo personalmente estoy en contra del aborto", reiteró ayer en Brasilia, aunque se cuidó de no criticar al Papa. "Es la posición del Papa y tiene que ser respetada. Es su creencia y está recomendando una orientación", agregó y resaltó que no cree que las palabras de Benedicto XVI estén relacionadas con los rumores que la salpicaron.
Por su parte, ni lerdo ni perezoso en capitalizar las declaraciones papales para su campaña, Serra ?que no es muy religioso, a tal punto de que hay quienes sostienen que es ateo? aplaudió la defensa de la vida que hizo el Pontífice. "El Papa es un líder espiritual de la Iglesia Católica y tiene pleno derecho a emitir sus directrices y orientaciones para los católicos del mundo", dijo el ex gobernador de San Pablo.
Tres obispos brasileños han pedido abiertamente a los fieles no votar por Rousseff, que ha sido calificada por fanáticos religiosos como "la candidata de la muerte". Y en cada debate televisivo, Serra puso sobre la mesa el tema del aborto para respaldar las críticas a su rival, a quien acusa de tener un doble discurso según la audiencia. Hoy tendrá otra oportunidad, en el último cara a cara, que transmitirá la cadena Globo.
De todas maneras, es poco probable que la reedición del polémico tema le cueste a Rousseff la elección. La última encuesta de la firma Ibope, divulgada ayer, ubicaba a la candidata oficialista con el 52% de las intenciones de voto frente al 39% de Serra, con apenas un 4% de indecisos. Ya en la recta final, tras el debate de esta noche, ambos candidatos terminarán mañana sus actividades proselitistas en el influyente estado de Minas Gerais, donde los sondeos de opinión marcan que los números están más ajustados.
RIO DE JANEIRO. Cuando faltan sólo tres días para el ballottage en Brasil, un llamado del Papa a los obispos a que se expresen en contra del aborto amenazó ayer con reinstaurar en la campaña el polémico tema que tanto dañó en la primera vuelta la candidatura de la oficialista Dilma Rousseff, favorita a suceder a Luiz Inacio Lula da Silva.
Durante un encuentro en el Vaticano con los prelados del país con mayor cantidad de católicos del mundo, Benedicto XVI resaltó que los religiosos tienen la obligación de manifestarse públicamente contra proyectos políticos que atenten contra la vida, aunque no se refirió específicamente a los comicios de pasado mañana aquí.
"Los sacerdotes tienen el grave deber de emitir un juicio moral, incluso en temas políticos ?resaltó el Pontífice?. Cuando los proyectos políticos contemplan, abierta o veladamente, la despenalización del aborto o de la eutanasia, el ideal democrático, que sólo es verdaderamente tal cuando reconoce y tutela la dignidad de toda la persona humana, está siendo traicionado en sus bases."
La declaración cayó como un balde de agua fría en la campaña de Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), que ya pensaba superada la controversia generada durante el primer turno en torno al asunto, y ahora gozaba de una ventaja de más de diez puntos frente al candidato opositor José Serra, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB).
En los días anteriores a aquella elección, surgieron en Internet varios rumores de que la ex jefa de gabinete de Lula pensaba legalizar el aborto y el casamiento gay, lo que, según los analistas, le restó votos católicos y evangélicos, y la privó de una victoria en primera vuelta.
Después de los comicios, la candidata buscó intensamente el apoyo de los líderes religiosos e incluso firmó una carta pública en la que prometía no aprobar ninguna ley que fuera en contra de las creencias religiosas más arraigadas. Pero las sospechas sobre su verdadera postura persistieron, ya que en entrevistas de 2007 había defendido la despenalización del aborto al considerarlo un problema de salud pública.
"Ya me cansé de repetir cuál es mi posición en esta cuestión del aborto. Yo personalmente estoy en contra del aborto", reiteró ayer en Brasilia, aunque se cuidó de no criticar al Papa. "Es la posición del Papa y tiene que ser respetada. Es su creencia y está recomendando una orientación", agregó y resaltó que no cree que las palabras de Benedicto XVI estén relacionadas con los rumores que la salpicaron.
Por su parte, ni lerdo ni perezoso en capitalizar las declaraciones papales para su campaña, Serra ?que no es muy religioso, a tal punto de que hay quienes sostienen que es ateo? aplaudió la defensa de la vida que hizo el Pontífice. "El Papa es un líder espiritual de la Iglesia Católica y tiene pleno derecho a emitir sus directrices y orientaciones para los católicos del mundo", dijo el ex gobernador de San Pablo.
Tres obispos brasileños han pedido abiertamente a los fieles no votar por Rousseff, que ha sido calificada por fanáticos religiosos como "la candidata de la muerte". Y en cada debate televisivo, Serra puso sobre la mesa el tema del aborto para respaldar las críticas a su rival, a quien acusa de tener un doble discurso según la audiencia. Hoy tendrá otra oportunidad, en el último cara a cara, que transmitirá la cadena Globo.
De todas maneras, es poco probable que la reedición del polémico tema le cueste a Rousseff la elección. La última encuesta de la firma Ibope, divulgada ayer, ubicaba a la candidata oficialista con el 52% de las intenciones de voto frente al 39% de Serra, con apenas un 4% de indecisos. Ya en la recta final, tras el debate de esta noche, ambos candidatos terminarán mañana sus actividades proselitistas en el influyente estado de Minas Gerais, donde los sondeos de opinión marcan que los números están más ajustados.
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quinta-feira, 28 de outubro de 2010
Lula chega a Buenos Aires para velório de Néstor Kirchner; enterro será nesta sexta
Folha de São Paulo
O presidente Luiz Inácio Lula da Silva chegou a Buenos Aires pouco antes das 21h (22h em Brasília) desta quinta-feira para participar do velório do ex-presidente argentino e líder peronista Néstor Kirchner. Kirchner morreu ontem (27), aos 60 anos, de parada cardiorrespiratória.
Lula chegou na base militar dentro do aeroporto Jorge Newbery, em Buenos Aires, mas não falou com a imprensa. O brasileiro seguiu para a Casa Rosada, onde abraçou a viúva de Kirchner, a presidente Cristina Fernández, e ofereceu suas condolências. Está previsto que ele deixe a Argentina ainda hoje às 23h30 (0h30 de Brasília).
Já chegaram ao local os presidentes da Bolívia, Evo Morales; do Chile, Sebastián Piñera; do Equador, Rafael Correa; do Uruguai, José Mujica; da Colômbia, Juan Manuel Santos; da Venezuela, Hugo Chávez; e do Paraguai, Fernando Lugo.
Desde às 10h (11h em Brasília) desta quinta-feira, o público tem acesso ao Salão dos Patriotas, na Casa Rosada, onde ocorre o velório. O corpo do ex-presidente será velado até as 10h (11h de Brasília) desta sexta-feira e, em seguida, será transportado para a sua cidade natal, em Río Gallegos (2.800 km ao sul de Buenos Aires), onde será sepultado em cerimônia privada, informou o governo.
Uma fila de vários quarteirões ziguezagueava em diferentes ruas e avenidas portenhas, com milhares de cidadãos esperando para dar o último adeus ao líder do Partido Justicialista.
O vice-secretário de Mídia, Alfredo Scoccimarro, disse que o velório, iniciado esta quinta-feira em Buenos Aires, durará toda a noite para permitir que as pessoas prestem homenagem a Kichner na Casa Rosada, a sede do governo argentino.
O porta-voz da Presidência disse também que, na sexta-feira, o caixão será levado para Santa Cruz, Província patagônica onde nasceu o ex-presidente. Segundo ele, Kirchner, que tinha 60 anos, será sepultado no cemitério municipal de Río Gallegos, em uma cerimônia íntima, que contará com a presença de Cristina Kirchner e dos filhos do casal, Máximo, 32, e Florencia, 19.
A presidente Cristina Kirchner chegou pouco depois do meio-dia com os filhos, acompanhados por funcionários, líderes latino-americanos e governadores. Vestindo óculos escuros, Cristina pousou as mãos sobre o caixão e consolou a filha.
O astro do futebol argentino, Diego Maradona, também passou no local com a namorada, Verónica Ojeda, abraçou Cristina e lamentou a perda de um "gladiador".
LONGA ESPERA
Centenas de jovens militantes permaneceram toda a noite na Praça de Maio, em frente à sede do governo, e já de madrugada começaram a formar uma fila para garantir sua entrada no velório do "Pingüino", como era conhecido o ex-presidente.
Ao mesmo tempo, demonstravam apoio ao governo de sua viúva, a presidente Cristina Kirchner, cujo mandato termina em 2011.
Enrolada em uma bandeira da Argentina, a vereadora Graciela Benítez passou 19 horas à frente da fila que dava a volta na sede do governo para ser a primeira a se despedir de Kirchner.
"Cheguei ontem às 15h10 ao lado de um grupo de militantes da Frente para a Vitória", a coalizão que levou Kirchner ao poder em 2003, disse a vereadora do município de Moreno, na província de Buenos Aires.
"Tenho muita dor, mas também tenho esperança porque estou convencida que o poder está com a presidente Cristina Fernández de Kirchner, porque Cristina e Néstor são uma só coisa", completou.
MORTE
O ex-presidente morreu na manhã desta quarta-feira depois de ser internado com urgência por problemas cardíacos em um hospital de El Calafate. De acordo coma imprensa local, Kirchner foi internado pela manhã no hospital José Formenti, acompanhado de Cristina.
Segundo a imprensa local, Kirchner sofreu uma parada cardiorrespiratória com morte súbita. O ex-presidente e sua mulher estavam desde o último final de semana em sua casa em El Calafate, na região da Patagônia. Neste ano, Néstor Kirchner já havia passado por duas intervenções cirúrgicas devido ao agravamento de seus problemas cardíacos.
Os médicos que socorreram Kirchner tentaram reanimá-lo durante 45 minutos, disseram pessoas próximas ao líder citadas nesta quinta-feira pela imprensa local.
Segundo versões de mais de uma pessoa, o líder e Cristina jantaram em casa com um grupo de amigos. Após a refeição, retiraram-se para descansar.
No começo da madrugada de ontem, Kirchner teria dito não estar se sentindo bem. Cristina então chamou uma ambulância, que chegou ao local imediatamente e, escoltada pela polícia, levou o ex-presidente ao hospital municipal José Formenti.
Kirchner chegou ao hospital com sinais vitais "muito débeis", segundo os jornais "Clarín" e "Página 12".
Neste momento, segundo o primeiro periódico, os médicos tentaram reanimá-lo com um desfibrilador e entraram em contato com o médico presidencial, Luis Buonomo, que se encontrava em Buenos Aires. Desistiram depois de 45 minutos.
Neste ano, Néstor Kirchner já havia passado por duas intervenções cirúrgicas devido ao agravamento de seus problemas cardíacos.
O presidente Luiz Inácio Lula da Silva chegou a Buenos Aires pouco antes das 21h (22h em Brasília) desta quinta-feira para participar do velório do ex-presidente argentino e líder peronista Néstor Kirchner. Kirchner morreu ontem (27), aos 60 anos, de parada cardiorrespiratória.
Lula chegou na base militar dentro do aeroporto Jorge Newbery, em Buenos Aires, mas não falou com a imprensa. O brasileiro seguiu para a Casa Rosada, onde abraçou a viúva de Kirchner, a presidente Cristina Fernández, e ofereceu suas condolências. Está previsto que ele deixe a Argentina ainda hoje às 23h30 (0h30 de Brasília).
Já chegaram ao local os presidentes da Bolívia, Evo Morales; do Chile, Sebastián Piñera; do Equador, Rafael Correa; do Uruguai, José Mujica; da Colômbia, Juan Manuel Santos; da Venezuela, Hugo Chávez; e do Paraguai, Fernando Lugo.
Desde às 10h (11h em Brasília) desta quinta-feira, o público tem acesso ao Salão dos Patriotas, na Casa Rosada, onde ocorre o velório. O corpo do ex-presidente será velado até as 10h (11h de Brasília) desta sexta-feira e, em seguida, será transportado para a sua cidade natal, em Río Gallegos (2.800 km ao sul de Buenos Aires), onde será sepultado em cerimônia privada, informou o governo.
Uma fila de vários quarteirões ziguezagueava em diferentes ruas e avenidas portenhas, com milhares de cidadãos esperando para dar o último adeus ao líder do Partido Justicialista.
O vice-secretário de Mídia, Alfredo Scoccimarro, disse que o velório, iniciado esta quinta-feira em Buenos Aires, durará toda a noite para permitir que as pessoas prestem homenagem a Kichner na Casa Rosada, a sede do governo argentino.
O porta-voz da Presidência disse também que, na sexta-feira, o caixão será levado para Santa Cruz, Província patagônica onde nasceu o ex-presidente. Segundo ele, Kirchner, que tinha 60 anos, será sepultado no cemitério municipal de Río Gallegos, em uma cerimônia íntima, que contará com a presença de Cristina Kirchner e dos filhos do casal, Máximo, 32, e Florencia, 19.
A presidente Cristina Kirchner chegou pouco depois do meio-dia com os filhos, acompanhados por funcionários, líderes latino-americanos e governadores. Vestindo óculos escuros, Cristina pousou as mãos sobre o caixão e consolou a filha.
O astro do futebol argentino, Diego Maradona, também passou no local com a namorada, Verónica Ojeda, abraçou Cristina e lamentou a perda de um "gladiador".
LONGA ESPERA
Centenas de jovens militantes permaneceram toda a noite na Praça de Maio, em frente à sede do governo, e já de madrugada começaram a formar uma fila para garantir sua entrada no velório do "Pingüino", como era conhecido o ex-presidente.
Ao mesmo tempo, demonstravam apoio ao governo de sua viúva, a presidente Cristina Kirchner, cujo mandato termina em 2011.
Enrolada em uma bandeira da Argentina, a vereadora Graciela Benítez passou 19 horas à frente da fila que dava a volta na sede do governo para ser a primeira a se despedir de Kirchner.
"Cheguei ontem às 15h10 ao lado de um grupo de militantes da Frente para a Vitória", a coalizão que levou Kirchner ao poder em 2003, disse a vereadora do município de Moreno, na província de Buenos Aires.
"Tenho muita dor, mas também tenho esperança porque estou convencida que o poder está com a presidente Cristina Fernández de Kirchner, porque Cristina e Néstor são uma só coisa", completou.
MORTE
O ex-presidente morreu na manhã desta quarta-feira depois de ser internado com urgência por problemas cardíacos em um hospital de El Calafate. De acordo coma imprensa local, Kirchner foi internado pela manhã no hospital José Formenti, acompanhado de Cristina.
Segundo a imprensa local, Kirchner sofreu uma parada cardiorrespiratória com morte súbita. O ex-presidente e sua mulher estavam desde o último final de semana em sua casa em El Calafate, na região da Patagônia. Neste ano, Néstor Kirchner já havia passado por duas intervenções cirúrgicas devido ao agravamento de seus problemas cardíacos.
Os médicos que socorreram Kirchner tentaram reanimá-lo durante 45 minutos, disseram pessoas próximas ao líder citadas nesta quinta-feira pela imprensa local.
Segundo versões de mais de uma pessoa, o líder e Cristina jantaram em casa com um grupo de amigos. Após a refeição, retiraram-se para descansar.
No começo da madrugada de ontem, Kirchner teria dito não estar se sentindo bem. Cristina então chamou uma ambulância, que chegou ao local imediatamente e, escoltada pela polícia, levou o ex-presidente ao hospital municipal José Formenti.
Kirchner chegou ao hospital com sinais vitais "muito débeis", segundo os jornais "Clarín" e "Página 12".
Neste momento, segundo o primeiro periódico, os médicos tentaram reanimá-lo com um desfibrilador e entraram em contato com o médico presidencial, Luis Buonomo, que se encontrava em Buenos Aires. Desistiram depois de 45 minutos.
Neste ano, Néstor Kirchner já havia passado por duas intervenções cirúrgicas devido ao agravamento de seus problemas cardíacos.
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Lula y Chávez, en un emotivo saludo a Cristina y a sus hijos
Clarín
El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, arribó a las 17.40 al país. En Aeroparque ofreció un discurso y desde allí se trasladó de inmediato a la Casa Rosada, para saludar a la Presidenta y despedir los restos del ex presidente argentino. "Con Néstor Kirchner Argentina pudo empezar a tener un proyecto propio", sostuvo el venezolano, "su mayor virtud fue su gran valentía". "Viva kirchner y viva Argentina", finalizó.
Al llegar al Salón de los Patriotas Latinoamericanos de la Casa Rosada se abrazó con Cristina, su madre y su hijo Máximo.
También le dio un fuerte abrazo a Cristina el último presidente en llegar, el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva. El mandatario, que llegó acompañado por su asesor en temas de política exterior, Marco Aurelio García, estará en Buenos Aires por no más de una hora, según se informó.
Lula debió suspender la campaña para las presidenciales del próximo domingo.
Por su parte, el boliviano Evo Morales, el ecuatoriano Rafael Correa, el uruguayo José Mujica y el chileno Sebastián Piñera fueron los primeros presidentes latinoamericanos en llegar al velatorio. El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, arribó a las 15.45 a Buenos Aires.
Piñera llegó acompañado por su esposa, Cecilia Morel. El mandatario sostuvo que "con Cristina y Néstor habíamos desarrollado una amistad verdadera, personal. De conversar como se conversa entre amigos, con confianza, con la verdad”. “Más que pensar en el ex Presidente, pienso en el hombre, en el padre, en el marido. Tuve la oportunidad de estar con sus dos hijos y, sobre todo, con Cristina. Ellos hicieron un proyecto de vida en lo público y también en lo privado y va a tener que seguir luchando sola. Eso es muy difícil”, señaló.
Fernando Lugo fue el anteúltimo. El paraguayo calificó a Kirchner como "seguidor del sueño de la Patria Grande" de Bolívar, San Martín y Artigas. "El 2 de julio conversábamos y le estaba dando el abrazo casi sin retorno al amigo y compañero integracionista de América del sur. Argentina y América están de luto", agregó el mandatario paraguayo, cuya presencia estuvo en duda a raíz del tratamiento de quimioterapia que se le está aplicando para combatir un cáncer linfático que se le detectó meses atrás.
El primero en llegar fue, a las 8.50, Evo Morales. Sus primeras palabras fueron que la "pérdida" de Kirchner "es un dolor personal, para el pueblo boliviano y para el pueblo latinoamericano". Minutos después llegó el avión que trasladó a Correa, quien manifestó: "Es una pena y una pérdida para la Argentina y para todos nosotros. Ha sido un extraordinario presidente, un gran patriota y un inmenso latinoamericano".
A las 11 fue el turno de la llegada de Mujica. "Tratamos de decirle al pueblo argentino que todos los uruguayos somos solidarios, más allá de cualquier matiz, cualquier opinión, como corresponde", dijo. Y agregó: "Si bien es cierto que el río nos separa, también es cierto que el río nos une".
El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, arribó a las 17.40 al país. En Aeroparque ofreció un discurso y desde allí se trasladó de inmediato a la Casa Rosada, para saludar a la Presidenta y despedir los restos del ex presidente argentino. "Con Néstor Kirchner Argentina pudo empezar a tener un proyecto propio", sostuvo el venezolano, "su mayor virtud fue su gran valentía". "Viva kirchner y viva Argentina", finalizó.
Al llegar al Salón de los Patriotas Latinoamericanos de la Casa Rosada se abrazó con Cristina, su madre y su hijo Máximo.
También le dio un fuerte abrazo a Cristina el último presidente en llegar, el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva. El mandatario, que llegó acompañado por su asesor en temas de política exterior, Marco Aurelio García, estará en Buenos Aires por no más de una hora, según se informó.
Lula debió suspender la campaña para las presidenciales del próximo domingo.
Por su parte, el boliviano Evo Morales, el ecuatoriano Rafael Correa, el uruguayo José Mujica y el chileno Sebastián Piñera fueron los primeros presidentes latinoamericanos en llegar al velatorio. El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, arribó a las 15.45 a Buenos Aires.
Piñera llegó acompañado por su esposa, Cecilia Morel. El mandatario sostuvo que "con Cristina y Néstor habíamos desarrollado una amistad verdadera, personal. De conversar como se conversa entre amigos, con confianza, con la verdad”. “Más que pensar en el ex Presidente, pienso en el hombre, en el padre, en el marido. Tuve la oportunidad de estar con sus dos hijos y, sobre todo, con Cristina. Ellos hicieron un proyecto de vida en lo público y también en lo privado y va a tener que seguir luchando sola. Eso es muy difícil”, señaló.
Fernando Lugo fue el anteúltimo. El paraguayo calificó a Kirchner como "seguidor del sueño de la Patria Grande" de Bolívar, San Martín y Artigas. "El 2 de julio conversábamos y le estaba dando el abrazo casi sin retorno al amigo y compañero integracionista de América del sur. Argentina y América están de luto", agregó el mandatario paraguayo, cuya presencia estuvo en duda a raíz del tratamiento de quimioterapia que se le está aplicando para combatir un cáncer linfático que se le detectó meses atrás.
El primero en llegar fue, a las 8.50, Evo Morales. Sus primeras palabras fueron que la "pérdida" de Kirchner "es un dolor personal, para el pueblo boliviano y para el pueblo latinoamericano". Minutos después llegó el avión que trasladó a Correa, quien manifestó: "Es una pena y una pérdida para la Argentina y para todos nosotros. Ha sido un extraordinario presidente, un gran patriota y un inmenso latinoamericano".
A las 11 fue el turno de la llegada de Mujica. "Tratamos de decirle al pueblo argentino que todos los uruguayos somos solidarios, más allá de cualquier matiz, cualquier opinión, como corresponde", dijo. Y agregó: "Si bien es cierto que el río nos separa, también es cierto que el río nos une".
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terça-feira, 26 de outubro de 2010
Debate de los candidatos en Brasil en busca de votos para la segunda vuelta
La Nación
SAO PAULO, 25 (ANSA) - En busca de votos urgentes hacia la segunda vuelta del domingo, los postulantes que buscan llegar a la presidencia de Brasil volvieron al escenario del debate.
El candidato opositor a la presidencia de Brasil, José Serra, detrás en las encuestas, atacó a la candidata oficialista Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT).
Rousseff, por su parte, se mantuvo en su línea de campaña, aprovechando la ventaja en las encuestas, y acusó a Serra de intentar privatizar el petróleo submarino de alta calidad de la Cuenca de Santos y de terminar con el plan de becas universitarias otorgadas a 700.000 jóvenes pobres.
Serra volvió a un asunto que parecía terminado en la campaña, el aborto, y acusó a la candidata de tener "doble discurso" al respecto. "Veo que está llevando el tema hacia el ataque personal", le respondió Rousseff.
El candidato opositor acusó a Rousseff de haber sido como ministra de Energía de Lula una de las que otorgó concesiones petroleras a extranjeros. "Ella privatiza", insistió Serra.
Rousseff acusó a Serra y a sus colaboradores de mentir al respecto y afirmó que la política de concesiones petroleras se detuvo en 2007, luego de que se descubrió el petróleo submarino.
"Tenemos al número ganador en la mano y se lo vamos a dar al pueblo brasileño, no a las empresas extranjeras, con la nueva legislación de división de ganancias, no de concesiones", sostuvo sobre el nuevo sistema petrolero brasileño.
El candidato Serra, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), que marcha detrás en las encuestas, comenzó el ataque diciendo que Rousseff tiene doble discurso sobre el aborto y la acusó de ser una "mala gestora", al objetar el megaplan de obras públicas del gobierno del presidente Luiz Lula da Silva, del que ella fue jefa de ministros.
Rousseff rebatió acusaciones de corrupción contra la ex ministra Erenice Guerra, número dos de la candidata que renunció por tráfico de influencias, con una supuesta amenaza del llamado recaudador ilegal de campaña de Serra, Paulo Vieira.
En búsqueda del voto del Partido Verde de Marina Silva, Serra prometió que habrá "deforestación cero" en la Amazonia y rechazó la cría de ganado, una de las actividades más importantes de la región.
Rousseff, que se había comprometido a reducir en un 80% la deforestación en Amazonia, defendió las metas presentadas por Brasil en la cumbre de Dinamarca sobre Cambio Climático de reducir el 39% las emisiones de carbono hasta 2020.
Al final del debate, Serra acusó al gobierno de Lula de financiar al Movimiento de agricultores Sin Tierra (MST).
"No tratamos a ningún movimiento social ni con palos ni con represión. No estoy de acuerdo con toda la metodología del MST con algunas invasiones de propiedades, pero la reforma agraria es un asunto social, no de policía", dijo Serra.
SAO PAULO, 25 (ANSA) - En busca de votos urgentes hacia la segunda vuelta del domingo, los postulantes que buscan llegar a la presidencia de Brasil volvieron al escenario del debate.
El candidato opositor a la presidencia de Brasil, José Serra, detrás en las encuestas, atacó a la candidata oficialista Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT).
Rousseff, por su parte, se mantuvo en su línea de campaña, aprovechando la ventaja en las encuestas, y acusó a Serra de intentar privatizar el petróleo submarino de alta calidad de la Cuenca de Santos y de terminar con el plan de becas universitarias otorgadas a 700.000 jóvenes pobres.
Serra volvió a un asunto que parecía terminado en la campaña, el aborto, y acusó a la candidata de tener "doble discurso" al respecto. "Veo que está llevando el tema hacia el ataque personal", le respondió Rousseff.
El candidato opositor acusó a Rousseff de haber sido como ministra de Energía de Lula una de las que otorgó concesiones petroleras a extranjeros. "Ella privatiza", insistió Serra.
Rousseff acusó a Serra y a sus colaboradores de mentir al respecto y afirmó que la política de concesiones petroleras se detuvo en 2007, luego de que se descubrió el petróleo submarino.
"Tenemos al número ganador en la mano y se lo vamos a dar al pueblo brasileño, no a las empresas extranjeras, con la nueva legislación de división de ganancias, no de concesiones", sostuvo sobre el nuevo sistema petrolero brasileño.
El candidato Serra, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), que marcha detrás en las encuestas, comenzó el ataque diciendo que Rousseff tiene doble discurso sobre el aborto y la acusó de ser una "mala gestora", al objetar el megaplan de obras públicas del gobierno del presidente Luiz Lula da Silva, del que ella fue jefa de ministros.
Rousseff rebatió acusaciones de corrupción contra la ex ministra Erenice Guerra, número dos de la candidata que renunció por tráfico de influencias, con una supuesta amenaza del llamado recaudador ilegal de campaña de Serra, Paulo Vieira.
En búsqueda del voto del Partido Verde de Marina Silva, Serra prometió que habrá "deforestación cero" en la Amazonia y rechazó la cría de ganado, una de las actividades más importantes de la región.
Rousseff, que se había comprometido a reducir en un 80% la deforestación en Amazonia, defendió las metas presentadas por Brasil en la cumbre de Dinamarca sobre Cambio Climático de reducir el 39% las emisiones de carbono hasta 2020.
Al final del debate, Serra acusó al gobierno de Lula de financiar al Movimiento de agricultores Sin Tierra (MST).
"No tratamos a ningún movimiento social ni con palos ni con represión. No estoy de acuerdo con toda la metodología del MST con algunas invasiones de propiedades, pero la reforma agraria es un asunto social, no de policía", dijo Serra.
Brazil's presidential election: Better late than never?
The Economist
In the race to beat Dilma Rousseff, José Serra has hit his stride at last. But his final sprint may have come too late
Oct 21st 2010 | SÄO PAULO
AFTER months in which even his fellow party members had given him up for lost, José Serra, the runner-up in the first round of Brazil’s presidential election, now looks as if he has a slim chance. On October 3rd the candidate of the centrist opposition Party of Brazilian Social Democracy (PSDB) got 33% of the vote, well behind the 47% won by Dilma Rousseff of the left-wing ruling Workers’ Party (PT). The pair will face each other in a run-off on October 31st. Although recent polls differ widely, some say that Ms Rousseff’s lead has shrunk to only five or six points.
That gap barely exceeds the polls’ margin of error. And since Ms Rousseff fell short of forecasts that she would win an outright majority in the first round, Serra optimists are wondering if the pollsters are overestimating her support once again. A race whose outcome had seemed certain since June, when Ms Rousseff passed Mr Serra in the polls, now looks exciting.
In the two candidates’ debates since October 3rd, an energised Mr Serra has landed some telling blows. A few weeks ago Ms Rousseff stumbled when some religious leaders criticised her former support for liberalising Brazil’s strict abortion laws. Wary of alienating a conservative electorate, she backtracked, first saying that she “personally” opposed the procedure and then pledging that as president she would not move to ease access to abortion. That allowed Mr Serra to describe her as incoherent and two-faced. Her alleged lack of ballast also features in his campaign ads, which show the candidates as Russian dolls. His opens to a recital of his record as congressman, senator, health minister, and mayor and then governor of São Paulo, revealing doll after doll. Hers is empty.
Ms Rousseff’s main riposte is borrowed from Luiz Inácio Lula da Silva, her mentor and the current president. In 2006 he beat the PSDB’s Geraldo Alckmin, in part by portraying him as pro-privatisation (which is almost as unpopular in Brazil as being pro-choice). Mr Alckmin had trouble responding to the charge. But Mr Serra countered by accusing Ms Rousseff of electioneering and robotically obeying her strategists. This time, it was Ms Rousseff who was left without a comeback.
The scent of victory, however faint, has fired up Mr Serra’s allies. Few PSDB candidates mentioned him in their campaigns for Congress or governorships, on the basis that reminding voters of links with the weaker presidential contender would be damaging. But both São Paulo and Minas Gerais, Brazil’s two most populous states, elected PSDB governors this year. The winners, Mr Alckmin and Antônio Anastasia, are trying to deliver their voters to Mr Serra. In Minas Gerais 6.3m people voted for Mr Anastasia, 3m more than Mr Serra got there—a big pool of potential swing voters.
The PSDB also hopes to woo the 20m Brazilians who voted for a third candidate, Marina Silva of the Green Party. On October 17th she and her party said they would make no endorsement in the run-off, despite offers from both sides of policies and posts in return. Recent polls suggest that, with the Greens staying neutral, Mr Serra will win a majority of Ms Silva’s votes.
Attempts to predict the result are complicated by worries about the reliability of polls. It is hard to construct a representative sample in a country as large, diverse and unequal as Brazil. Pollsters may also have failed to predict a run-off because they did not ask whether respondents intended to vote. In theory, that question is irrelevant in Brazil, since voting is compulsory. In practice, however, around a fifth of the electorate stays away.
And abortion, until recently an electoral problem only for Ms Rousseff, is now a wild card. On October 16th some newspapers picked up claims by former students of Mr Serra’s wife that she had mentioned having had an abortion herself. This gossip-mongering was swiftly denied by Mr Serra’s team. But it led him to steer clear of the subject in the following day’s debate. How it plays on internet forums and in evangelical sermons is anyone’s guess.
All this uncertainty has engendered two competing political narratives. In one, the polls are overstating Ms Rousseff’s lead. She has gained all she can from Lula’s support, and it was not enough. Exposed as an un-Christian flip-flopper and shorn of the momentum that came from seeming inevitability, she will see her voters melt away. Meanwhile the PSDB’s grandees will swing big states to Mr Serra, where they will be joined by most of Ms Silva’s voters.
The other view is that Ms Rousseff has wobbled only because Lula stepped back to let her take the limelight. Now that he has corrected his mistake and returned to her side, her support will tick up again. And the polls, far from being wrong before the vote, were a better guide to public opinion than was the result itself. Because of the plethora of candidates and posts, many confused voters may have spoilt or mis-cast their ballots. That will not happen in the run-off, with just two presidential candidates and fewer other races.
Even if Mr Serra is at last making a persuasive case, overturning a 14-point lead in just four weeks would be like performing a handbrake turn in a ten-tonne truck. Which version is closer to reality will be known only once the votes are counted.
In the race to beat Dilma Rousseff, José Serra has hit his stride at last. But his final sprint may have come too late
Oct 21st 2010 | SÄO PAULO
AFTER months in which even his fellow party members had given him up for lost, José Serra, the runner-up in the first round of Brazil’s presidential election, now looks as if he has a slim chance. On October 3rd the candidate of the centrist opposition Party of Brazilian Social Democracy (PSDB) got 33% of the vote, well behind the 47% won by Dilma Rousseff of the left-wing ruling Workers’ Party (PT). The pair will face each other in a run-off on October 31st. Although recent polls differ widely, some say that Ms Rousseff’s lead has shrunk to only five or six points.
That gap barely exceeds the polls’ margin of error. And since Ms Rousseff fell short of forecasts that she would win an outright majority in the first round, Serra optimists are wondering if the pollsters are overestimating her support once again. A race whose outcome had seemed certain since June, when Ms Rousseff passed Mr Serra in the polls, now looks exciting.
In the two candidates’ debates since October 3rd, an energised Mr Serra has landed some telling blows. A few weeks ago Ms Rousseff stumbled when some religious leaders criticised her former support for liberalising Brazil’s strict abortion laws. Wary of alienating a conservative electorate, she backtracked, first saying that she “personally” opposed the procedure and then pledging that as president she would not move to ease access to abortion. That allowed Mr Serra to describe her as incoherent and two-faced. Her alleged lack of ballast also features in his campaign ads, which show the candidates as Russian dolls. His opens to a recital of his record as congressman, senator, health minister, and mayor and then governor of São Paulo, revealing doll after doll. Hers is empty.
Ms Rousseff’s main riposte is borrowed from Luiz Inácio Lula da Silva, her mentor and the current president. In 2006 he beat the PSDB’s Geraldo Alckmin, in part by portraying him as pro-privatisation (which is almost as unpopular in Brazil as being pro-choice). Mr Alckmin had trouble responding to the charge. But Mr Serra countered by accusing Ms Rousseff of electioneering and robotically obeying her strategists. This time, it was Ms Rousseff who was left without a comeback.
The scent of victory, however faint, has fired up Mr Serra’s allies. Few PSDB candidates mentioned him in their campaigns for Congress or governorships, on the basis that reminding voters of links with the weaker presidential contender would be damaging. But both São Paulo and Minas Gerais, Brazil’s two most populous states, elected PSDB governors this year. The winners, Mr Alckmin and Antônio Anastasia, are trying to deliver their voters to Mr Serra. In Minas Gerais 6.3m people voted for Mr Anastasia, 3m more than Mr Serra got there—a big pool of potential swing voters.
The PSDB also hopes to woo the 20m Brazilians who voted for a third candidate, Marina Silva of the Green Party. On October 17th she and her party said they would make no endorsement in the run-off, despite offers from both sides of policies and posts in return. Recent polls suggest that, with the Greens staying neutral, Mr Serra will win a majority of Ms Silva’s votes.
Attempts to predict the result are complicated by worries about the reliability of polls. It is hard to construct a representative sample in a country as large, diverse and unequal as Brazil. Pollsters may also have failed to predict a run-off because they did not ask whether respondents intended to vote. In theory, that question is irrelevant in Brazil, since voting is compulsory. In practice, however, around a fifth of the electorate stays away.
And abortion, until recently an electoral problem only for Ms Rousseff, is now a wild card. On October 16th some newspapers picked up claims by former students of Mr Serra’s wife that she had mentioned having had an abortion herself. This gossip-mongering was swiftly denied by Mr Serra’s team. But it led him to steer clear of the subject in the following day’s debate. How it plays on internet forums and in evangelical sermons is anyone’s guess.
All this uncertainty has engendered two competing political narratives. In one, the polls are overstating Ms Rousseff’s lead. She has gained all she can from Lula’s support, and it was not enough. Exposed as an un-Christian flip-flopper and shorn of the momentum that came from seeming inevitability, she will see her voters melt away. Meanwhile the PSDB’s grandees will swing big states to Mr Serra, where they will be joined by most of Ms Silva’s voters.
The other view is that Ms Rousseff has wobbled only because Lula stepped back to let her take the limelight. Now that he has corrected his mistake and returned to her side, her support will tick up again. And the polls, far from being wrong before the vote, were a better guide to public opinion than was the result itself. Because of the plethora of candidates and posts, many confused voters may have spoilt or mis-cast their ballots. That will not happen in the run-off, with just two presidential candidates and fewer other races.
Even if Mr Serra is at last making a persuasive case, overturning a 14-point lead in just four weeks would be like performing a handbrake turn in a ten-tonne truck. Which version is closer to reality will be known only once the votes are counted.
sexta-feira, 1 de outubro de 2010
Para brasilianista, avanço econômico do Brasil não se traduz em sucesso diplomático
Folha de São Paulo
O progresso brasileiro no campo econômico --que faz o país seguir na direção de se tornar desenvolvido-- não se traduz em sucesso em todas as ações diplomáticas do Brasil, na avaliação do historiador britânico Kenneth Maxwell, um dos mais respeitados brasilianistas do mundo.
Para Maxwell, "a emergência do Brasil como uma nação 'desenvolvida' e seu papel cada vez mais ativo em questões internacionais são questões essencialmente diferentes".
"Não há dúvidas de que, em comércio ou questões econômicas mais gerais e em termos de sua estabilidade econômica e política, o Brasil se tornou um grande ator internacional", observa o historiador, diretor do Programa de Estudos Brasileiros da Universidade de Harvard, nos Estados Unidos.
Ele cita, como exemplo, que o país desenvolveu e diversificou seu engajamento com a Ásia em particular, o que transformou a China em sua maior parceira comercial, e que vem tentando exercer um papel maior na África.
"O Brasil entrou na recente recessão global mais tarde e saiu dela mais cedo. Assim, o reconhecimento do novo papel do Brasil é claramente justificado e reflete a força real da dimensão, da riqueza, do crescimento econômico, de sua agricultura, de seus recursos minerais e do empreendedorismo brasileiros", afirma o brasilianista.
Para ele, no entanto, as intervenções políticas e diplomáticas brasileiras têm sido "mais problemáticas".
"Os conflitos entre as aspirações ideológicas e a prática do dia-a-dia pode levar às vezes a becos sem saída embaraçosos", afirma.
Ele cita o acordo nuclear promovido por Brasil e Turquia com o Irã como exemplo, dizendo que "isso não significa que o Irã vai concordar com as intervenções do presidente Lula em questões de direitos humanos".
Outro exemplo, em sua opinião, foi o papel "ineficaz" que o Brasil teve durante a crise política em Honduras no ano passado.
Ele diz ainda que "as relações do Brasil com seus vizinhos imediatos no hemisfério ocidental permanecem uma mistura de necessidade e de ressentimento hispano-americano velado".
"Parte disso é provavelmente inevitável, mas isso leva à crescente necessidade de políticas hábeis e consistentes, e ainda não está claro se (as políticas) evoluíram", diz.
Para Maxwell, outro problema é que "a política no Brasil ainda permanece extremamente provinciana". "Da mesma maneira que a política nos Estados Unidos também", observa.
O progresso brasileiro no campo econômico --que faz o país seguir na direção de se tornar desenvolvido-- não se traduz em sucesso em todas as ações diplomáticas do Brasil, na avaliação do historiador britânico Kenneth Maxwell, um dos mais respeitados brasilianistas do mundo.
Para Maxwell, "a emergência do Brasil como uma nação 'desenvolvida' e seu papel cada vez mais ativo em questões internacionais são questões essencialmente diferentes".
"Não há dúvidas de que, em comércio ou questões econômicas mais gerais e em termos de sua estabilidade econômica e política, o Brasil se tornou um grande ator internacional", observa o historiador, diretor do Programa de Estudos Brasileiros da Universidade de Harvard, nos Estados Unidos.
Ele cita, como exemplo, que o país desenvolveu e diversificou seu engajamento com a Ásia em particular, o que transformou a China em sua maior parceira comercial, e que vem tentando exercer um papel maior na África.
"O Brasil entrou na recente recessão global mais tarde e saiu dela mais cedo. Assim, o reconhecimento do novo papel do Brasil é claramente justificado e reflete a força real da dimensão, da riqueza, do crescimento econômico, de sua agricultura, de seus recursos minerais e do empreendedorismo brasileiros", afirma o brasilianista.
Para ele, no entanto, as intervenções políticas e diplomáticas brasileiras têm sido "mais problemáticas".
"Os conflitos entre as aspirações ideológicas e a prática do dia-a-dia pode levar às vezes a becos sem saída embaraçosos", afirma.
Ele cita o acordo nuclear promovido por Brasil e Turquia com o Irã como exemplo, dizendo que "isso não significa que o Irã vai concordar com as intervenções do presidente Lula em questões de direitos humanos".
Outro exemplo, em sua opinião, foi o papel "ineficaz" que o Brasil teve durante a crise política em Honduras no ano passado.
Ele diz ainda que "as relações do Brasil com seus vizinhos imediatos no hemisfério ocidental permanecem uma mistura de necessidade e de ressentimento hispano-americano velado".
"Parte disso é provavelmente inevitável, mas isso leva à crescente necessidade de políticas hábeis e consistentes, e ainda não está claro se (as políticas) evoluíram", diz.
Para Maxwell, outro problema é que "a política no Brasil ainda permanece extremamente provinciana". "Da mesma maneira que a política nos Estados Unidos também", observa.
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Brazil's presidential election: Lula's legacy
The Economist
Life is better for Brazilians than it was eight years ago. But Lula is leaving unsolved problems for his chosen successor, who lacks his personal magnetism
Sep 30th 2010 | BRASÍLIA
THE “best president ever” is how Sandro, a flower-seller in São Paulo, describes Luiz Inácio Lula da Silva. Who will he vote for in the presidential election on October 3rd? “Dilma, for sure.” Why? A shrug and a laugh: “Continuity. And because Lula chose her.” His reasoning is echoed across Brazil, especially among the rural poor and migrants to the big cities. The economy is growing strongly. Jobs are being created, and incomes are rising. The man who presided over this is barred by the constitution from running for a third term. Who better to succeed him, voters ask, than the woman he endorses?
A year ago pundits agreed that Lula’s vast popularity was strictly personal, and could not be passed on at will. He had tried without success to get allies elected as state governors or mayors of big cities. That may be why José Serra of the opposition Party of Brazilian Social Democracy, a seasoned politician who long led the opinion polls, barely started campaigning until it was too late. He seemed to think that Lula’s choice, Dilma Rousseff, a colourless technocrat who was Lula’s chief of staff but has never held elected office, would be easy to beat.
He was wrong. Lula’s popularity, it turned out, could be transferred—but only on his going and only to his chosen successor. If the polls are right (see chart), Ms Rousseff will be Brazil’s next president. That is despite several brewing scandals. The most serious concerns Erenice Guerra, a longtime associate of Ms Rousseff who took over from her as chief of staff when she stepped down to start campaigning. Last month allegations surfaced that people linked to Ms Guerra, including her sons, had extracted bribes in the form of retainers and success fees from businesses hoping to win government contracts. Ms Guerra was quickly defenestrated. No evidence implicating either the president or his candidate has come out.
The opposition has tried to get voters to worry about this (Ms Rousseff is either incompetent or complicit, Mr Serra claimed). But few seem to be listening. The affair has knocked only a few points off Ms Rousseff’s commanding lead.
Instead, Brazilians are revelling in a golden moment. A country that used to fall over whenever the world economy wobbled was one of the last to go into recession in 2008 and one of the first out in 2009. Median earnings are rising and, despite a minimum wage at its highest in real terms since 1979, so is employment.
Since 2003 some 20m Brazilians have emerged from poverty and joined the market economy. These new consumers buy everything from cars to cookers and fridges to flights. To this burgeoning domestic market, add China’s appetite for Brazilian iron ore, meat, soya and more, and in economic terms this is probably “the best moment in the entire history of Brazil,” says Marcelo Neri of the Fundação Getulio Vargas, a university.
Brazil according to Lula
Lula’s remarkable life story—the child of dirt-poor migrants who became a metalworker and trade-union leader—and personal magnetism have helped him to sell “brand Brazil” around the world: a coming power, a profitable place to invest and a tolerant democracy where a man like him could become president. These qualities also mean that most Brazilians give him most of the credit for the improvement in their lot. Are they right?
In a recent interview with The Economist at the presidential palace in Brasília, Lula set out some ways in which Brazil has become a better place during his terms in office. “We are starting to lay steps so that the poorest begin to rise up to the lower-middle class and then to the middle-middle class,” he says. With national self-esteem rising and inequality falling, Brazil is poised under the next president to fulfil his dream of becoming “a country in which the great majority are middle-class” with high purchasing power and access to better education and health. Lula understands from personal experience what matters in helping poorer Brazilians get ahead. He is proud that, although he is the first president of Brazil without a university degree, he is the one who created the most universities and technical schools.
“Wherever you go in Brazil you will see work financed by the federal government,” he says, highlighting railways, power stations and basic sanitation. After 25 years in which the country failed to maintain its infrastructure, let alone build any more, it is “reacquiring the capacity to carry out the grand infrastructure works that Brazil needs.”
For many of the poor and working-class Brazilians who are his most ardent supporters, Lula’s crowning achievements have been big rises in the minimum wage and pensions, and the Bolsa Família programme, which gives 12m families small but life-changing amounts of cash in return for having their children vaccinated and keeping them in school. By boosting domestic demand, these policies have also contributed to economic growth.
Many better-off city dwellers agree that Lula deserves praise for bringing into the Brazilian mainstream the once-novel idea that reducing poverty is a proper aim of government (though others sneer snobbishly). But when asked what Lula has done for his country, such people also point to the policies he inherited from his predecessor, Fernando Henrique Cardoso.
As finance minister under Itamar Franco in 1993-94, Mr Cardoso tamed Brazil’s persistent hyperinflation with the Real Plan. As president between 1995 and 2002, he put in place policies that have given the country stability and growth. “Lula inherited sensible macroeconomic policies and was clever enough to realise it,” says André Villela of the Fundação Getulio Vargas. That involved ignoring the socialist economic ideas of his Workers’ Party (PT). Early in Lula’s presidency, his finance minister, António Palocci, saw off fears of default by tightening fiscal policy and repaying foreign-currency debt. Henrique Meirelles, a former international banker who has run the Central Bank for all of Lula’s presidency, has guaranteed monetary orthodoxy. Because of Lula, says Luiz Felipe Lampreia, who was Mr Cardoso’s foreign minister, “there is now a national consensus against macroeconomic foolishness.”
A mightier state
But the consensus breaks down on two issues. His critics argue that, given his popularity, Lula could have done more to fix some of Brazil’s deep-rooted problems. They also say that in his second term he allowed the state to become over-mighty.
The last time The Economist talked to Lula, in early 2006, he was emerging from a scandal that engulfed his first administration and almost ended his political career. In a scheme known as the mensalão (roughly, “big monthly stipend”) the PT had bought votes of congressmen from allied parties. Lula said then that in a second term his priority would be tax, political, labour and pension reforms. These are sorely needed: the tax system is multilayered and burdensome, politics prone to corruption and gridlock, labour laws rigid and anachronistic and pensions for public employees absurdly generous. Yet none of these reforms happened, despite (or perhaps because of) Lula’s soaring popularity.
Not for want of trying, is Lula’s response. He talks up his efforts to reach consensus on most of these issues, and blames “hidden enemies” in Congress who refused to match verbal support with votes. Indeed, when asked what he has learned about his country during eight years as president, Lula speaks of the difficulties of getting things done, especially public-investment projects. A president can find that by the time he has cut through red tape and persuaded state and local governments to co-operate, his four-year term is over. A big infrastructure project—and Brazil needs many, from roads, ports and airports to sewage works and power plants—could easily take “five years to solve all the problems, and two years to get the job done”. In Brazil, he concludes, “the president cannot always do what he wants, he does what he can”.
Not good enough, retort critics, who see Lula as having surfed the commodity boom on Mr Cardoso’s unpopular, but necessary, liberalising reforms. They accuse Lula of using the recession as an excuse to expand the state’s grip on the economy, either directly (with oil) or indirectly (through loans by state banks). They worry that he has strayed from the path of fiscal rectitude. The government has lost control over day-to-day spending on pay and pensions, says Marcelo de Paiva Abreu, an economist at the Catholic University in Rio de Janeiro, losing its chance to boost investment in infrastructure.
The increase in public spending in 2008 shortened the recession, but much of it has not been reversed even as the economy roared back to life. Some of it involves printing money, disguised by accounting tricks: while the government’s net debt is falling its gross debt is rising, and its deficit helps to keep Brazil’s interest rates high (though they are lower than a decade ago). “Such pro-cyclical spending makes no sense,” says Mauro Leos of Moody’s, a ratings agency. “When times are bad—and bad times always come—Brazil will be sorry it hasn’t been putting money aside.”
Lula agrees that the expanded role of the state should be temporary. “I don’t want the proprietorial state,” he insists, adding that “I respect the workings of the market.” But the lesson of the financial crisis is that the state should regulate better and be prepared to intervene when the market fails, as well as “inducing” private investment and acting “for the sake of the people who need it the most”.
Rather than reforms, opponents say that Lula has given priority to cementing his party’s grip on government. The past eight years have seen an “unprecedented” increase in the award of government jobs to political clients, according to Maria Celina D’Araújo, a political scientist at Rio’s Catholic University. Almost a quarter of senior managers in the federal administration are PT members, her research shows, and 45% are trade unionists. Under Mr Cardoso 40% of managers of state pension funds were trade unionists; under Lula, more than half are.
Although Brazil is far from one-party hegemony, there are other signs that Lula and the PT increasingly conflate what is good for the country with what is good for them. One party leader responded to revelations of corruption by warning of the perils of “too much” press freedom, while Lula complained that some publications “act as if they were a political party”.
Asked about fears that Brazil’s democracy could be threatened by an extension of these trends, Lula says this is “unthinkable”. But if such fears are among the most commonly mentioned reservations about his legacy, that is because they are amplified by the huge deep-sea oil reserves (known as pré-sal, since they lie beneath a volatile layer of salt) discovered a few years ago. If these can be brought to the surface and to shore they will turn Brazil into an oil power. But oil has a nasty habit of bringing corruption with it. The fund Lula wants to set up with oil revenues could, as he says, help Brazil to overcome poverty, low standards in education and limited investment in science and technology. Or it could provide a lucrative way to reward loyalty to party and president.
Lula makes light of the risks in lifting the oil. The recent spill in the Gulf of Mexico was caused by the “irresponsibility” of a private company which tried to extract oil in the “cheapest and quickest way possible”. Standards in Brazil, he insists, are higher. He dismisses the idea that the state is counting its barrels before they are pumped. His government decided to grant sole operating rights in unallocated fields to Petrobras, the national oil company, rather than grant concessions, as before, because “you offer risk-sharing contracts when there is risk. In the case of the pré-sal oil, we are sure.” It is a strange way to talk of the most technically demanding oil-extraction project on the planet.
The government has used a huge ($67 billion) new share issue by Petrobras, launched on September 23rd, to raise its stake in the company from 40% to 48%. It is paying for this partly by selling oil deposits to the firm and partly by more accounting sleight of hand involving the National Development Bank (BNDES). In all, state bodies bought 60% of the offered shares.
But it must also raise finance, either private or public, for its grand infrastructure plans, made more urgent by hosting the World Cup in 2014 and the Olympics in 2016. Since Brazil’s savings rate remains low, foreigners will have to pay for most of the projects. At the moment they seem keen to. The current-account deficit has reached 2.4% of GDP so far this year. But capital inflows help to make the real stronger, which is hard on exporters.
What next?
“Dilma is going to surprise the world,” says Lula. That is a near certainty, given how little is known about her. In the 1960s she was a Marxist revolutionary; in the 1970s she was jailed and tortured by Brazil’s military regime. More recently, as Lula’s energy minister and then chief of staff, she has been a competent manager, though with a notoriously short fuse. She was not an obvious successor to Lula. He chose her partly for lack of alternatives: the PT’s more prominent leaders were caught up in the mensalão or other scandals.
Asked whether he will remain the power behind the throne, Lula starts with flat denial. “You can be sure of one thing: I’m leaving,” he says, adding that he has no plans to run for election in 2014. “If I get Dilma elected and she is good, she’ll have to be a candidate for re-election.” But then ambivalence creeps in. “I’m a politician, and I’ll continue to be politically active,” he says, musing that when he steps down he may find it easier to talk about tricky political matters. “I will start by convincing my own party to accept political reform as a priority.” In practice, Ms Rousseff may have to govern in Lula’s long shadow.
Since she has spent much of her political life behind the scenes, little can be said about her ability to cope with the limelight. She lacks Lula’s faith, rooted in his trade-union background, in his ability to negotiate a deal, whatever the circumstances. At home that helped him to dominate his party and coalition. Abroad, it led him to assert Brazil’s right to join the best talking shops, such as the United Nations Security Council. He believes passionately in the power of personal diplomacy. “If I could give one piece of advice to the world’s presidents, it would be: ‘don’t outsource politics’.” But many would say he overestimates its possibilities. His most serious misstep came in Iran, when his attempt (with Turkey) to persuade Mahmoud Ahmadinejad to play by the world’s nuclear rules was spurned by the UN.
Ms Rousseff may feel the lack of such dealmaking abilities, as she tries to run a party and government no longer dwarfed by their leader, and perhaps in less favourable economic circumstances. She is likely to do less of Lula’s globetrotting while she feels her way at home.
What kind of government would she run? Plans for tightening fiscal policy have appeared in the press, attributed to sources close to her. So have predictions that Mr Palocci, who ran such a tight ship in Lula’s first term, might become her chief of staff. But also in that fight are people like José Dirceu, the architect of the mensalão, who plays an important role in her campaign. In September he told a group of PT members that the party would be more powerful under Ms Rousseff, since she represented the party project, whereas Lula was “twice as big as the party”. Luciano Coutinho, president of the BNDES and architect of the government’s industrial policy, might get the job of finance minister.
Then there is the PT’s main electoral ally, the Party of the Brazilian Democratic Movement (PMDB), a coalition of regional bigwigs with a voracious appetite for patronage. In August the PMDB’s leader, Michel Temer, who will be vice-president if Ms Rousseff is elected, told party members to campaign hard for her, saying that in return they would partake in what he described as the “sharing out of the bread”.
Where Ms Rousseff herself stands nobody bar her closest associates knows. Her early appointments and announcements will be scrutinised with unusual eagerness. Will she surround herself with austere economists, or party hacks, or believers in the state’s power to boost growth? Or a mix of all three? Does she plan to trim the budget deficit—or does she, like many on the left of her party, believe that growth makes such tedious rectitude unnecessary? Will she take some steps that Lula shirked, because of a desire to smooth her path to the throne, such as inviting private companies to run Brazil’s overstretched state-owned airports?
Ms Rousseff may have cause to wish that her predecessor had been bolder. But she is inheriting a better Brazil than he did, and that is in good part because of him. If one of Lula’s finest moments came right at the start of his presidency, another will come at the end, when he stands down after two terms, rather than changing the constitution to allow himself a third. “A popular left-winger but not a populist,” concludes Carlos Melo of Insper, a São Paulo business school. “This is something completely new and an example to the rest of Latin America.”
An edited transcipt of our interview with Lula
Life is better for Brazilians than it was eight years ago. But Lula is leaving unsolved problems for his chosen successor, who lacks his personal magnetism
Sep 30th 2010 | BRASÍLIA
THE “best president ever” is how Sandro, a flower-seller in São Paulo, describes Luiz Inácio Lula da Silva. Who will he vote for in the presidential election on October 3rd? “Dilma, for sure.” Why? A shrug and a laugh: “Continuity. And because Lula chose her.” His reasoning is echoed across Brazil, especially among the rural poor and migrants to the big cities. The economy is growing strongly. Jobs are being created, and incomes are rising. The man who presided over this is barred by the constitution from running for a third term. Who better to succeed him, voters ask, than the woman he endorses?
A year ago pundits agreed that Lula’s vast popularity was strictly personal, and could not be passed on at will. He had tried without success to get allies elected as state governors or mayors of big cities. That may be why José Serra of the opposition Party of Brazilian Social Democracy, a seasoned politician who long led the opinion polls, barely started campaigning until it was too late. He seemed to think that Lula’s choice, Dilma Rousseff, a colourless technocrat who was Lula’s chief of staff but has never held elected office, would be easy to beat.
He was wrong. Lula’s popularity, it turned out, could be transferred—but only on his going and only to his chosen successor. If the polls are right (see chart), Ms Rousseff will be Brazil’s next president. That is despite several brewing scandals. The most serious concerns Erenice Guerra, a longtime associate of Ms Rousseff who took over from her as chief of staff when she stepped down to start campaigning. Last month allegations surfaced that people linked to Ms Guerra, including her sons, had extracted bribes in the form of retainers and success fees from businesses hoping to win government contracts. Ms Guerra was quickly defenestrated. No evidence implicating either the president or his candidate has come out.
The opposition has tried to get voters to worry about this (Ms Rousseff is either incompetent or complicit, Mr Serra claimed). But few seem to be listening. The affair has knocked only a few points off Ms Rousseff’s commanding lead.
Instead, Brazilians are revelling in a golden moment. A country that used to fall over whenever the world economy wobbled was one of the last to go into recession in 2008 and one of the first out in 2009. Median earnings are rising and, despite a minimum wage at its highest in real terms since 1979, so is employment.
Since 2003 some 20m Brazilians have emerged from poverty and joined the market economy. These new consumers buy everything from cars to cookers and fridges to flights. To this burgeoning domestic market, add China’s appetite for Brazilian iron ore, meat, soya and more, and in economic terms this is probably “the best moment in the entire history of Brazil,” says Marcelo Neri of the Fundação Getulio Vargas, a university.
Brazil according to Lula
Lula’s remarkable life story—the child of dirt-poor migrants who became a metalworker and trade-union leader—and personal magnetism have helped him to sell “brand Brazil” around the world: a coming power, a profitable place to invest and a tolerant democracy where a man like him could become president. These qualities also mean that most Brazilians give him most of the credit for the improvement in their lot. Are they right?
In a recent interview with The Economist at the presidential palace in Brasília, Lula set out some ways in which Brazil has become a better place during his terms in office. “We are starting to lay steps so that the poorest begin to rise up to the lower-middle class and then to the middle-middle class,” he says. With national self-esteem rising and inequality falling, Brazil is poised under the next president to fulfil his dream of becoming “a country in which the great majority are middle-class” with high purchasing power and access to better education and health. Lula understands from personal experience what matters in helping poorer Brazilians get ahead. He is proud that, although he is the first president of Brazil without a university degree, he is the one who created the most universities and technical schools.
“Wherever you go in Brazil you will see work financed by the federal government,” he says, highlighting railways, power stations and basic sanitation. After 25 years in which the country failed to maintain its infrastructure, let alone build any more, it is “reacquiring the capacity to carry out the grand infrastructure works that Brazil needs.”
For many of the poor and working-class Brazilians who are his most ardent supporters, Lula’s crowning achievements have been big rises in the minimum wage and pensions, and the Bolsa Família programme, which gives 12m families small but life-changing amounts of cash in return for having their children vaccinated and keeping them in school. By boosting domestic demand, these policies have also contributed to economic growth.
Many better-off city dwellers agree that Lula deserves praise for bringing into the Brazilian mainstream the once-novel idea that reducing poverty is a proper aim of government (though others sneer snobbishly). But when asked what Lula has done for his country, such people also point to the policies he inherited from his predecessor, Fernando Henrique Cardoso.
As finance minister under Itamar Franco in 1993-94, Mr Cardoso tamed Brazil’s persistent hyperinflation with the Real Plan. As president between 1995 and 2002, he put in place policies that have given the country stability and growth. “Lula inherited sensible macroeconomic policies and was clever enough to realise it,” says André Villela of the Fundação Getulio Vargas. That involved ignoring the socialist economic ideas of his Workers’ Party (PT). Early in Lula’s presidency, his finance minister, António Palocci, saw off fears of default by tightening fiscal policy and repaying foreign-currency debt. Henrique Meirelles, a former international banker who has run the Central Bank for all of Lula’s presidency, has guaranteed monetary orthodoxy. Because of Lula, says Luiz Felipe Lampreia, who was Mr Cardoso’s foreign minister, “there is now a national consensus against macroeconomic foolishness.”
A mightier state
But the consensus breaks down on two issues. His critics argue that, given his popularity, Lula could have done more to fix some of Brazil’s deep-rooted problems. They also say that in his second term he allowed the state to become over-mighty.
The last time The Economist talked to Lula, in early 2006, he was emerging from a scandal that engulfed his first administration and almost ended his political career. In a scheme known as the mensalão (roughly, “big monthly stipend”) the PT had bought votes of congressmen from allied parties. Lula said then that in a second term his priority would be tax, political, labour and pension reforms. These are sorely needed: the tax system is multilayered and burdensome, politics prone to corruption and gridlock, labour laws rigid and anachronistic and pensions for public employees absurdly generous. Yet none of these reforms happened, despite (or perhaps because of) Lula’s soaring popularity.
Not for want of trying, is Lula’s response. He talks up his efforts to reach consensus on most of these issues, and blames “hidden enemies” in Congress who refused to match verbal support with votes. Indeed, when asked what he has learned about his country during eight years as president, Lula speaks of the difficulties of getting things done, especially public-investment projects. A president can find that by the time he has cut through red tape and persuaded state and local governments to co-operate, his four-year term is over. A big infrastructure project—and Brazil needs many, from roads, ports and airports to sewage works and power plants—could easily take “five years to solve all the problems, and two years to get the job done”. In Brazil, he concludes, “the president cannot always do what he wants, he does what he can”.
Not good enough, retort critics, who see Lula as having surfed the commodity boom on Mr Cardoso’s unpopular, but necessary, liberalising reforms. They accuse Lula of using the recession as an excuse to expand the state’s grip on the economy, either directly (with oil) or indirectly (through loans by state banks). They worry that he has strayed from the path of fiscal rectitude. The government has lost control over day-to-day spending on pay and pensions, says Marcelo de Paiva Abreu, an economist at the Catholic University in Rio de Janeiro, losing its chance to boost investment in infrastructure.
The increase in public spending in 2008 shortened the recession, but much of it has not been reversed even as the economy roared back to life. Some of it involves printing money, disguised by accounting tricks: while the government’s net debt is falling its gross debt is rising, and its deficit helps to keep Brazil’s interest rates high (though they are lower than a decade ago). “Such pro-cyclical spending makes no sense,” says Mauro Leos of Moody’s, a ratings agency. “When times are bad—and bad times always come—Brazil will be sorry it hasn’t been putting money aside.”
Lula agrees that the expanded role of the state should be temporary. “I don’t want the proprietorial state,” he insists, adding that “I respect the workings of the market.” But the lesson of the financial crisis is that the state should regulate better and be prepared to intervene when the market fails, as well as “inducing” private investment and acting “for the sake of the people who need it the most”.
Rather than reforms, opponents say that Lula has given priority to cementing his party’s grip on government. The past eight years have seen an “unprecedented” increase in the award of government jobs to political clients, according to Maria Celina D’Araújo, a political scientist at Rio’s Catholic University. Almost a quarter of senior managers in the federal administration are PT members, her research shows, and 45% are trade unionists. Under Mr Cardoso 40% of managers of state pension funds were trade unionists; under Lula, more than half are.
Although Brazil is far from one-party hegemony, there are other signs that Lula and the PT increasingly conflate what is good for the country with what is good for them. One party leader responded to revelations of corruption by warning of the perils of “too much” press freedom, while Lula complained that some publications “act as if they were a political party”.
Asked about fears that Brazil’s democracy could be threatened by an extension of these trends, Lula says this is “unthinkable”. But if such fears are among the most commonly mentioned reservations about his legacy, that is because they are amplified by the huge deep-sea oil reserves (known as pré-sal, since they lie beneath a volatile layer of salt) discovered a few years ago. If these can be brought to the surface and to shore they will turn Brazil into an oil power. But oil has a nasty habit of bringing corruption with it. The fund Lula wants to set up with oil revenues could, as he says, help Brazil to overcome poverty, low standards in education and limited investment in science and technology. Or it could provide a lucrative way to reward loyalty to party and president.
Lula makes light of the risks in lifting the oil. The recent spill in the Gulf of Mexico was caused by the “irresponsibility” of a private company which tried to extract oil in the “cheapest and quickest way possible”. Standards in Brazil, he insists, are higher. He dismisses the idea that the state is counting its barrels before they are pumped. His government decided to grant sole operating rights in unallocated fields to Petrobras, the national oil company, rather than grant concessions, as before, because “you offer risk-sharing contracts when there is risk. In the case of the pré-sal oil, we are sure.” It is a strange way to talk of the most technically demanding oil-extraction project on the planet.
The government has used a huge ($67 billion) new share issue by Petrobras, launched on September 23rd, to raise its stake in the company from 40% to 48%. It is paying for this partly by selling oil deposits to the firm and partly by more accounting sleight of hand involving the National Development Bank (BNDES). In all, state bodies bought 60% of the offered shares.
But it must also raise finance, either private or public, for its grand infrastructure plans, made more urgent by hosting the World Cup in 2014 and the Olympics in 2016. Since Brazil’s savings rate remains low, foreigners will have to pay for most of the projects. At the moment they seem keen to. The current-account deficit has reached 2.4% of GDP so far this year. But capital inflows help to make the real stronger, which is hard on exporters.
What next?
“Dilma is going to surprise the world,” says Lula. That is a near certainty, given how little is known about her. In the 1960s she was a Marxist revolutionary; in the 1970s she was jailed and tortured by Brazil’s military regime. More recently, as Lula’s energy minister and then chief of staff, she has been a competent manager, though with a notoriously short fuse. She was not an obvious successor to Lula. He chose her partly for lack of alternatives: the PT’s more prominent leaders were caught up in the mensalão or other scandals.
Asked whether he will remain the power behind the throne, Lula starts with flat denial. “You can be sure of one thing: I’m leaving,” he says, adding that he has no plans to run for election in 2014. “If I get Dilma elected and she is good, she’ll have to be a candidate for re-election.” But then ambivalence creeps in. “I’m a politician, and I’ll continue to be politically active,” he says, musing that when he steps down he may find it easier to talk about tricky political matters. “I will start by convincing my own party to accept political reform as a priority.” In practice, Ms Rousseff may have to govern in Lula’s long shadow.
Since she has spent much of her political life behind the scenes, little can be said about her ability to cope with the limelight. She lacks Lula’s faith, rooted in his trade-union background, in his ability to negotiate a deal, whatever the circumstances. At home that helped him to dominate his party and coalition. Abroad, it led him to assert Brazil’s right to join the best talking shops, such as the United Nations Security Council. He believes passionately in the power of personal diplomacy. “If I could give one piece of advice to the world’s presidents, it would be: ‘don’t outsource politics’.” But many would say he overestimates its possibilities. His most serious misstep came in Iran, when his attempt (with Turkey) to persuade Mahmoud Ahmadinejad to play by the world’s nuclear rules was spurned by the UN.
Ms Rousseff may feel the lack of such dealmaking abilities, as she tries to run a party and government no longer dwarfed by their leader, and perhaps in less favourable economic circumstances. She is likely to do less of Lula’s globetrotting while she feels her way at home.
What kind of government would she run? Plans for tightening fiscal policy have appeared in the press, attributed to sources close to her. So have predictions that Mr Palocci, who ran such a tight ship in Lula’s first term, might become her chief of staff. But also in that fight are people like José Dirceu, the architect of the mensalão, who plays an important role in her campaign. In September he told a group of PT members that the party would be more powerful under Ms Rousseff, since she represented the party project, whereas Lula was “twice as big as the party”. Luciano Coutinho, president of the BNDES and architect of the government’s industrial policy, might get the job of finance minister.
Then there is the PT’s main electoral ally, the Party of the Brazilian Democratic Movement (PMDB), a coalition of regional bigwigs with a voracious appetite for patronage. In August the PMDB’s leader, Michel Temer, who will be vice-president if Ms Rousseff is elected, told party members to campaign hard for her, saying that in return they would partake in what he described as the “sharing out of the bread”.
Where Ms Rousseff herself stands nobody bar her closest associates knows. Her early appointments and announcements will be scrutinised with unusual eagerness. Will she surround herself with austere economists, or party hacks, or believers in the state’s power to boost growth? Or a mix of all three? Does she plan to trim the budget deficit—or does she, like many on the left of her party, believe that growth makes such tedious rectitude unnecessary? Will she take some steps that Lula shirked, because of a desire to smooth her path to the throne, such as inviting private companies to run Brazil’s overstretched state-owned airports?
Ms Rousseff may have cause to wish that her predecessor had been bolder. But she is inheriting a better Brazil than he did, and that is in good part because of him. If one of Lula’s finest moments came right at the start of his presidency, another will come at the end, when he stands down after two terms, rather than changing the constitution to allow himself a third. “A popular left-winger but not a populist,” concludes Carlos Melo of Insper, a São Paulo business school. “This is something completely new and an example to the rest of Latin America.”
Still a lot left for Dilma to do
An edited transcipt of our interview with Lula
quarta-feira, 29 de setembro de 2010
Riding coattails of popular Brazilian president, former radical expected to win
The Washington Post
SAO PAULO, BRAZIL - President Luiz Inacio Lula da Silva, once dubbed "the most popular politician on Earth" by President Obama, cannot seek reelection in this country of 200 million.
But you wouldn't know it from his constant appearances at political rallies and in slick, 10-minute television ads ahead of a presidential election Sunday.
With an 80 percent approval rating after eight years in office, the bearded, roly-poly former union leader who oozes charisma is everywhere, virtually assuring victory for his handpicked successor, Dilma Rousseff.
With the man simply known as Lula at her side, Rousseff is now more than 20 points ahead of her closest challenger and poised to become the country's first female president. Political analysts say she might win the first round of voting with the 50 percent needed to avoid a runoff.
"Lula came from a poor family, but Dilma? I don't know," Maria Ferreira dos Santos, 38, said at a Rousseff rally in one sprawling slum. "But he is probably putting in someone who he knows will be on the side of the poor because he is on the side of the poor."
To Brazilians who know anything about her, Rousseff, 62, is simply "the Iron Lady." With a reputation of being a strong-willed and no-nonsense civil servant, the next likely caretaker of the world's eighth-largest economy seems to lack the common touch that is the hallmark of the left-of-center populist Lula.
Daughter of a Bulgarian immigrant and a schoolteacher, Rousseff grew up in an upper-middle class family in southeastern Brazil and veered toward radical politics in the 1960s, when the country was ruled by a military dictatorship. A leader of an urban guerrilla cell, she was considered a prize catch when security agents tracked her down in a Sao Paulo bar in 1970. Her jailers tortured her with electric shocks and hung her upside down from a metal bar.
Groomed for power
After she was released nearly three years later, she resumed studying economics, which she had put aside during her years as a subversive. By the mid-1980s, as dictatorship gave way to democracy, she began running finances for the southern city of Porto Alegre. After joining Lula's Workers' Party, she was tapped to run the energy ministry. In 2005, after a corruption scandal felled Jose Dirceu, she became Lula's chief of staff.
From that powerful perch, she helped the president oversee a multibillion-dollar effort to revamp infrastructure and carry out popular anti-poverty programs.
"She's competent, she appoints good people, she knows how to delegate," said David Fleischer, a political scientist at the University of Brasilia. "She's also considered a task master, with whip in hand."
That was the image many Brazilians apparently had. So when Lula tapped her as his successor, she was prepared for a makeover.
A celebrated plastic surgeon gave her an eyelid lift, and her heavy glasses were replaced by contact lenses. She now wears colorful, trendy outfits instead of stuffy monochromatic suits. Speech coaches have helped her tone down the accent she acquired from working in the country's far south, a wealthy region that is a world away from the poor northeast where Lula was raised, said Fleischer, the political scientist.
Rousseff got a new hairdo from Celso Kamura, stylist to actresses and models in Sao Paulo. He has regularly met her on the campaign trail to ensure that her new look - a short, youthful cut with reddish highlights - is just so.
Kamura said he showed Rousseff pictures of Carolina Herrera, the elegant Venezuelan fashion designer, and suggested they copy her look. "She liked it and thought it was the way to go because it was simple and didn't require much fuss," Kamura said. "One thing for sure that I knew I had to do was soften up that hard image."
Pulling ahead
In recent weeks, Rousseff gained quickly at the expense of rival Jose Serra, a member of Brazil's Social Democratic Party and former governor of Sao Paulo, who has trailed her in opinion polls.
Analysts say her candidacy has benefited from the country's low inflation, strong economic growth and social policies that have lifted 30 million Brazilians into the middle class. In a recent debate, she touted the government's ability to oversee economic growth while delivering what she called "an extraordinary improvement" in the quality of life. "I would continue that process," she pledged.
As the election draws closer, it seems as if the stars have aligned in Rousseff's favor. Revelations of an influence-peddling scheme involving her successor as chief of staff, Erenice Guerra, have provided little momentum for Serra, even after he aggressively sought to link Rousseff to the scandal.
And then her daughter had a baby boy, Rousseff's first grandchild, providing her handlers with new photo opportunities. "Dilma has difficulty communicating directly with the electorate, but in the end, it has not been a serious problem," said Paulo Zocchi, a longtime Workers' Party member and political journalist.
The outcome appears clear in up-and-coming areas of Sao Paulo such as Paraisopolis, a vast favela, or slum, where many talk of improvements in their lives.
As Rousseff entered a community center during a recent campaign swing, Sergio Bezerra de Lima pushed up against the crowd to get a better look.
Lima, 52, a chauffeur, said he had not known much about Rousseff until she started campaigning in earnest with her former boss.
"Dilma Rousseff will be a great president," he said, "just like Lula."
SAO PAULO, BRAZIL - President Luiz Inacio Lula da Silva, once dubbed "the most popular politician on Earth" by President Obama, cannot seek reelection in this country of 200 million.
But you wouldn't know it from his constant appearances at political rallies and in slick, 10-minute television ads ahead of a presidential election Sunday.
With an 80 percent approval rating after eight years in office, the bearded, roly-poly former union leader who oozes charisma is everywhere, virtually assuring victory for his handpicked successor, Dilma Rousseff.
With the man simply known as Lula at her side, Rousseff is now more than 20 points ahead of her closest challenger and poised to become the country's first female president. Political analysts say she might win the first round of voting with the 50 percent needed to avoid a runoff.
"Lula came from a poor family, but Dilma? I don't know," Maria Ferreira dos Santos, 38, said at a Rousseff rally in one sprawling slum. "But he is probably putting in someone who he knows will be on the side of the poor because he is on the side of the poor."
To Brazilians who know anything about her, Rousseff, 62, is simply "the Iron Lady." With a reputation of being a strong-willed and no-nonsense civil servant, the next likely caretaker of the world's eighth-largest economy seems to lack the common touch that is the hallmark of the left-of-center populist Lula.
Daughter of a Bulgarian immigrant and a schoolteacher, Rousseff grew up in an upper-middle class family in southeastern Brazil and veered toward radical politics in the 1960s, when the country was ruled by a military dictatorship. A leader of an urban guerrilla cell, she was considered a prize catch when security agents tracked her down in a Sao Paulo bar in 1970. Her jailers tortured her with electric shocks and hung her upside down from a metal bar.
Groomed for power
After she was released nearly three years later, she resumed studying economics, which she had put aside during her years as a subversive. By the mid-1980s, as dictatorship gave way to democracy, she began running finances for the southern city of Porto Alegre. After joining Lula's Workers' Party, she was tapped to run the energy ministry. In 2005, after a corruption scandal felled Jose Dirceu, she became Lula's chief of staff.
From that powerful perch, she helped the president oversee a multibillion-dollar effort to revamp infrastructure and carry out popular anti-poverty programs.
"She's competent, she appoints good people, she knows how to delegate," said David Fleischer, a political scientist at the University of Brasilia. "She's also considered a task master, with whip in hand."
That was the image many Brazilians apparently had. So when Lula tapped her as his successor, she was prepared for a makeover.
A celebrated plastic surgeon gave her an eyelid lift, and her heavy glasses were replaced by contact lenses. She now wears colorful, trendy outfits instead of stuffy monochromatic suits. Speech coaches have helped her tone down the accent she acquired from working in the country's far south, a wealthy region that is a world away from the poor northeast where Lula was raised, said Fleischer, the political scientist.
Rousseff got a new hairdo from Celso Kamura, stylist to actresses and models in Sao Paulo. He has regularly met her on the campaign trail to ensure that her new look - a short, youthful cut with reddish highlights - is just so.
Kamura said he showed Rousseff pictures of Carolina Herrera, the elegant Venezuelan fashion designer, and suggested they copy her look. "She liked it and thought it was the way to go because it was simple and didn't require much fuss," Kamura said. "One thing for sure that I knew I had to do was soften up that hard image."
Pulling ahead
In recent weeks, Rousseff gained quickly at the expense of rival Jose Serra, a member of Brazil's Social Democratic Party and former governor of Sao Paulo, who has trailed her in opinion polls.
Analysts say her candidacy has benefited from the country's low inflation, strong economic growth and social policies that have lifted 30 million Brazilians into the middle class. In a recent debate, she touted the government's ability to oversee economic growth while delivering what she called "an extraordinary improvement" in the quality of life. "I would continue that process," she pledged.
As the election draws closer, it seems as if the stars have aligned in Rousseff's favor. Revelations of an influence-peddling scheme involving her successor as chief of staff, Erenice Guerra, have provided little momentum for Serra, even after he aggressively sought to link Rousseff to the scandal.
And then her daughter had a baby boy, Rousseff's first grandchild, providing her handlers with new photo opportunities. "Dilma has difficulty communicating directly with the electorate, but in the end, it has not been a serious problem," said Paulo Zocchi, a longtime Workers' Party member and political journalist.
The outcome appears clear in up-and-coming areas of Sao Paulo such as Paraisopolis, a vast favela, or slum, where many talk of improvements in their lives.
As Rousseff entered a community center during a recent campaign swing, Sergio Bezerra de Lima pushed up against the crowd to get a better look.
Lima, 52, a chauffeur, said he had not known much about Rousseff until she started campaigning in earnest with her former boss.
"Dilma Rousseff will be a great president," he said, "just like Lula."
segunda-feira, 20 de setembro de 2010
Amorim propõe 'cooperação intensa' entre Brasil e Cuba após visitar a ilha
O Estado de S. Paulo
O ministro das Relações Exteriores, Celso Amorim, reforçou nesta segunda-feira, 20, o que chamou de "cooperação intensa" do Brasil com Cuba, país onde esteve do dia 17 até ontem, antes de embarcar para Nova York, e disse que o País pode ajudar no processo de avanço econômico da ilha.
Ele disse que o governo brasileiro pode dar seu exemplo de sucesso para o desenvolvimento de pequenas e médias empresas, reduzindo a informalidade da economia cubana.
Amorim disse que não falaria sobre o assunto de dissidentes cubanos, mas admitiu ter conversado com o governo cubano sobre a liberação de presos políticos. "
Conversamos com liberdade e respeito às decisões de Cuba e ritmo das decisões, de modo a ajudar Cuba numa inserção internacional, respeitando as decisões do país", afirmou.
"Temos um bom diálogo com o governo cubano e isso transforma o Brasil num interlocutor especial", acrescentou Amorim, que se encontrou, em Cuba, com o presidente do Conselho de Estado e do Conselho de Ministros do país, o general Raúl Castro.
Amorim está em Nova York para participar da 65ª Assembleia Geral da Organização das Nações Unidas (ONU) e faz discurso de abertura do Debate Geral da Assembleia na próxima quinta-feira.
Amanhã, Amorim participa pela manhã de reunião ministerial com países do Bric (Brasil, Rússia, Índia e China).
Na agenda da semana estão ainda um encontro com o empresário Bill Gates, na quarta-feira, e com o Conselho de Segurança da ONU, na quinta-feira.
Ele não especificou a pauta a ser tratada com Bill Gates. Disse que o encontro foi um pedido feito pelo fundador da Microsoft e poderá tratar de saúde, assunto ao qual Gates tem se dedicado por meio de sua fundação.
No evento deste ano, líderes e representantes dos países membros da ONU discutem também o cumprimento das Metas do Milênio (ONU), oito ao todo, estabelecidas em 2000 e que devem ser cumpridas até 2015.
Amorim fica em Nova York até o dia 28 de setembro e então segue para o Haiti para acompanhar os avanços do projeto para construção da hidrelétrica de Artibonite, que deve levar energia a cerca de 1 milhão de habitantes do país que foi devastado no início deste ano por um terremoto.
Segundo ele, cerca de US$ 40 milhões relativos à ajuda dada pelo Brasil na reconstrução do Haiti poderão ser usados nesse projeto.
O ministro das Relações Exteriores, Celso Amorim, reforçou nesta segunda-feira, 20, o que chamou de "cooperação intensa" do Brasil com Cuba, país onde esteve do dia 17 até ontem, antes de embarcar para Nova York, e disse que o País pode ajudar no processo de avanço econômico da ilha.
Ele disse que o governo brasileiro pode dar seu exemplo de sucesso para o desenvolvimento de pequenas e médias empresas, reduzindo a informalidade da economia cubana.
Amorim disse que não falaria sobre o assunto de dissidentes cubanos, mas admitiu ter conversado com o governo cubano sobre a liberação de presos políticos. "
Conversamos com liberdade e respeito às decisões de Cuba e ritmo das decisões, de modo a ajudar Cuba numa inserção internacional, respeitando as decisões do país", afirmou.
"Temos um bom diálogo com o governo cubano e isso transforma o Brasil num interlocutor especial", acrescentou Amorim, que se encontrou, em Cuba, com o presidente do Conselho de Estado e do Conselho de Ministros do país, o general Raúl Castro.
Amorim está em Nova York para participar da 65ª Assembleia Geral da Organização das Nações Unidas (ONU) e faz discurso de abertura do Debate Geral da Assembleia na próxima quinta-feira.
Amanhã, Amorim participa pela manhã de reunião ministerial com países do Bric (Brasil, Rússia, Índia e China).
Na agenda da semana estão ainda um encontro com o empresário Bill Gates, na quarta-feira, e com o Conselho de Segurança da ONU, na quinta-feira.
Ele não especificou a pauta a ser tratada com Bill Gates. Disse que o encontro foi um pedido feito pelo fundador da Microsoft e poderá tratar de saúde, assunto ao qual Gates tem se dedicado por meio de sua fundação.
No evento deste ano, líderes e representantes dos países membros da ONU discutem também o cumprimento das Metas do Milênio (ONU), oito ao todo, estabelecidas em 2000 e que devem ser cumpridas até 2015.
Amorim fica em Nova York até o dia 28 de setembro e então segue para o Haiti para acompanhar os avanços do projeto para construção da hidrelétrica de Artibonite, que deve levar energia a cerca de 1 milhão de habitantes do país que foi devastado no início deste ano por um terremoto.
Segundo ele, cerca de US$ 40 milhões relativos à ajuda dada pelo Brasil na reconstrução do Haiti poderão ser usados nesse projeto.
Amorim minimiza ausência de Lula na Assembleia Geral da ONU
Folha de São Paulo
O ministro das Relações Exteriores, Celso Amorim, afirmou nesta segunda-feira que a ausência do presidente Luiz Inácio Lula da Silva na Assembleia Geral da ONU "é absolutamente normal" devido a eventos nacionais, "como as próximas eleições no Brasil, que podem requerer a permanência do chefe de Estado em seu país".
Em uma entrevista coletiva com jornalistas em Nova York, onde será aberta a 65ª Assembleia Geral da Organização das Nações Unidas, na próxima quinta-feira, Amorim explicou que a decisão de Lula, de não ir ao encontro, não tem relação com nenhuma especulação --como o fato de o Brasil pleitear uma cadeira permanente no Conselho de Segurança do organismo.
Esta será a primeira ausência do líder brasileiro desde o início de seu primeiro mandato, em janeiro de 2003. Quando confirmada a desistência de Lula participar da nova assembleia, tradicionalmente iniciada com um discurso do Brasil, o governo não havia declarado diretamente que o fato tinha algum vínculo com as eleições do próximo dia 3.
Sobre a questão da reforma do Conselho de Segurança das Nações Unidas, Amorim recordou que o tema se "arrasta" há muito tempo e é importante, sobretudo que o processo, mesmo que não avance, "pelo menos não se bloqueie e tenha atualidade".
"Um organismo que aborda a paz e a segurança no mundo não pode não ser representativo da situação internacional, permanecendo como era há 65 anos", esclareceu o ministro, ratificando assim que irá defender a mudança da entidade.
HAITI
Em relação à reunião mantida hoje sobre a situação do Haiti, país devastado por um terremoto em janeiro passado, Amorim se disse satisfeito.
Logo após sua participação do encontro em Nova York, o chanceler brasileiro partirá à nação centro-americana, onde levará ao presidente René Preval, o projeto de uma central hidrelétrica que fornecerá energia a milhões de cidadãos.
Nesse sentido, Amorim recordou que o Brasil foi o primeiro país a contribuir ao Fundo de Reconstrução do Haiti, com uma doação de US$ 55 milhões, até o momento a mais alta. O encontro desta segunda-feira tinha justamente a intenção de discutir sobre as promessas da comunidade internacional aos haitianos.
Além de Amorim, também integra a delegação brasileira a ministra do Desenvolvimento Social e Combate à Fome, Márcia Lopes, que apresentaria hoje na cúpula da ONU sobre os Objetivos de Desenvolvimento do Milênio (ODM) os avanços registrados pelo país.
A reunião, que busca rever as metas acordadas há dez anos pelos estados integrantes da Organização das Nações Unidas, foi iniciada hoje e termina no dia 22. Já a 65ª Assembleia Geral da ONU começa um dia depois (23) e vai até o dia 30.
O ministro das Relações Exteriores, Celso Amorim, afirmou nesta segunda-feira que a ausência do presidente Luiz Inácio Lula da Silva na Assembleia Geral da ONU "é absolutamente normal" devido a eventos nacionais, "como as próximas eleições no Brasil, que podem requerer a permanência do chefe de Estado em seu país".
Em uma entrevista coletiva com jornalistas em Nova York, onde será aberta a 65ª Assembleia Geral da Organização das Nações Unidas, na próxima quinta-feira, Amorim explicou que a decisão de Lula, de não ir ao encontro, não tem relação com nenhuma especulação --como o fato de o Brasil pleitear uma cadeira permanente no Conselho de Segurança do organismo.
Esta será a primeira ausência do líder brasileiro desde o início de seu primeiro mandato, em janeiro de 2003. Quando confirmada a desistência de Lula participar da nova assembleia, tradicionalmente iniciada com um discurso do Brasil, o governo não havia declarado diretamente que o fato tinha algum vínculo com as eleições do próximo dia 3.
Sobre a questão da reforma do Conselho de Segurança das Nações Unidas, Amorim recordou que o tema se "arrasta" há muito tempo e é importante, sobretudo que o processo, mesmo que não avance, "pelo menos não se bloqueie e tenha atualidade".
"Um organismo que aborda a paz e a segurança no mundo não pode não ser representativo da situação internacional, permanecendo como era há 65 anos", esclareceu o ministro, ratificando assim que irá defender a mudança da entidade.
HAITI
Em relação à reunião mantida hoje sobre a situação do Haiti, país devastado por um terremoto em janeiro passado, Amorim se disse satisfeito.
Logo após sua participação do encontro em Nova York, o chanceler brasileiro partirá à nação centro-americana, onde levará ao presidente René Preval, o projeto de uma central hidrelétrica que fornecerá energia a milhões de cidadãos.
Nesse sentido, Amorim recordou que o Brasil foi o primeiro país a contribuir ao Fundo de Reconstrução do Haiti, com uma doação de US$ 55 milhões, até o momento a mais alta. O encontro desta segunda-feira tinha justamente a intenção de discutir sobre as promessas da comunidade internacional aos haitianos.
Além de Amorim, também integra a delegação brasileira a ministra do Desenvolvimento Social e Combate à Fome, Márcia Lopes, que apresentaria hoje na cúpula da ONU sobre os Objetivos de Desenvolvimento do Milênio (ODM) os avanços registrados pelo país.
A reunião, que busca rever as metas acordadas há dez anos pelos estados integrantes da Organização das Nações Unidas, foi iniciada hoje e termina no dia 22. Já a 65ª Assembleia Geral da ONU começa um dia depois (23) e vai até o dia 30.
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